Seguramente es muy difícil narrar tan fino un universo íntimo femenino formado por mujeres que están solas y tiran adelante con sus vidas desde una mirada masculina pero es lo que consiguen los directores de Madres paralelas (Pedro Almodóvar) y Pan de limón con semillas de amapolas (Benito Zambrano). Ambas películas magistrales. La primera narra la historia de dos mujeres a las que les une, primero su condición de madres solteras y, después, una relación de apoyo mutuo y acercamiento ideológico. La segunda cuenta la vida de dos hermanas que la vida les vuelve a juntar después de muchos años separadas. Cuatro mujeres muy diferentes pero a la vez cuatro historias muy reales que comparten rasgos comunes. Una fotógrafa que decide ser madre sola y que tiene un objetivo en la vida que es recuperar los restos de su abuelo asesinado en nuestra Guerra Civil. Una adolescente que se queda embarazada tras sufrir una violación múltiple por parte de su propia cuadrilla pero que vive traumatizada principalmente de la desatención por la desatención de sus padres. Paralelamente, Zambrano explora la trayectoria de una mujer que lo tuvo todo y dinero fácil aunque su vida se descubre totalmente vacía con un compañero detestable y una hija adolescente mal criada. Y en contraste, su hermana, cooperante en África, lo da todo por los demás, salva vidas pero no se abre al amor porque necesita reconstruir su vida familiar y su pasado lo que condiciona emocionalmente su vida, y que termina adoptando a una niña de color cuya madre, prostituta, murió en el parto. Cuatro mujeres que salen adelante ayudándose entre ellas, amigas o hermanas, sin apenas referentes masculinos. El mensaje de una de las protagonistas de Zambrano a su hija antes de realizar un viaje definitivo es brutal: "No dependas de nadie, no cometas los errores que yo cometí". O la lección de Penélope Cruz a esa otra generación más joven que no entiende de la trascendencia de dar a una familia una sepultura digna, la de sus antepasados, como si la guerra no hubiera existido, y que pone la piel de gallina. Me dirán que vaya melodramas veo (y sin palomitas) pero yo les digo que la valentía, el instinto maternal, la carencia de afecto, los traumas infantiles, el maltrato o la muerte están tratados de lujo y son muy pero que muy actuales. Les invito a verlas. A mujeres y hombres por supuesto.