Imagínense que de repente un día nos quedamos sin internet, que sufrimos un apagón que nos impide retirar dinero de nuestros cajeros, recargar el móvil, acceder a información o comunicarnos con los otros... Es una bomba silenciosa pero real. Y es lo que les ha ocurrido a la población de Kazajistán, la región más rica por cierto de Asia Central y pieza clave de la ruta entre Europa y China. Ante la violenta escalada de las protestas por la subida de precios en los combustibles, el presidente del país, Tokayev, que ya veía amenazada su continuidad en el cargo, decretó la semana pasada el estado de sitio en la ciudad de Almatý, la provincia de Mangystau, así como en la capital del país.

Los cortes de internet por parte de las autoridades para impedir con ello que los manifestantes se organizasen afectaron directamente a las criptomonedas o divisas digitales (Bitcoin), siendo por cierto el segundo país en explotar este sector. Al alza de los precios se unía el fuerte descontento de la población civil contra el gobierno, heredero del régimen de Nazarbayer, antiguo miembro del PC soviético, que durante 18 años dominó el país. Precisamente la fuerte alianza económica con Rusia, junto a China el principal cliente de las importantes reservas de metales y petróleo, ha situado al régimen de Putin en primera línea del conflicto enviando tropas de apoyo al gobierno autoritario contra los manifestantes. Un cóctel explosivo.

El pasado viernes el lider autoritario tras aceptar la dimisión en bloque del gobierno ordenaba a las fuerzas de seguridad disparar a matar en medio de una violenta represión contra los manifestantes antigubernamentales bajo la justificación de actuar ante una supuesta "operación terrorista". A día de ayer se hablaba de al menos 164 muertos y más de 5.000 detenidos en Kazajistán desde el inicio de las protestas. Escenas con las que hemos comenzado este año 2022 y que nos recuerdan a la masacre de Tinananmen en Pekin de 1989, la represión contra el movimiento que exigía mayores libertades y el fin de la corrupción. Pero no solo la temible Rusia está interesada en la rica región de Kazajistán. También la llamada locomotora de la Asia central postsoviética es uno de los puntos de interés de muchas empresas internacionales. Es cierto que varias compañías petroleras rusas operan en este país pero también empresas petroleras americanas como Exxon Mobil han invertido cientos de millones de dólares en la región de Janaozen donde se originaron las protestas.

Todos quieren sacar tajada y la inestabilidad política de estos países moviliza a las grandes potencias. Potencias a su vez que se van dotando de mayor capacidad tecnológica (Rusia, China, Estados Unidos-Taiwan) y cibernética en su línea defensiva lo que les permitiría interferir en satélites y tumbar comunicaciones de un plumazo si las cosas se ponen feas. O como simple amenaza. Todo apunta a que los objetivos a derribar en los futuros conflictos ya no serán los ejércitos sino la propia población. Y esta idea de veras que nos pone la piel de gallina. La población que vive en medio de las llamas zonas de interés geostratégico teme cada vez más una ciberguerra fría.