¡qué pasa primo!”. Diego solía así abrir conversación. Nunca fue una frase hecha, porque los tipos buenos no saben de la simulación, y al contrario, en ella había complicidad, invitación a la pertenencia, integración. Yo por lo menos notaba muchas cosas que tienen que ver con el afecto. Tres palabras que dichas en su tono inequívoco daban ese pellizco de afabilidad que solo saben hacer personas especiales. Escuchar y ser positivo, que nadie se sintiese mal, cariñoso y discreto, un buen chico, algo que se lleva cada vez menos ahora.

Diego anduvo su tiempo de un sitio para otro, Londres, Barcelona. Los ímpetus juveniles, la formación, el trabajo, también la curiosidad dieron paso a otros, a éstos, menos nómadas y ya llevaba una larga temporada asentado y feliz por aquí. Lo que todo el mundo también agradecía, porque a la gente buena y que se quiere es mejor tenerla a mano. Hicimos con familia, amigos y tíos un par de celebraciones de 6 de julio geniales -hay un muñeco de un mono azul que es el regalo más querido de la casa- y ya habíamos calibrado las dimensiones de la siguiente, porque empezaba a aumentar el personal que se estaba apuntando al almuerzo-comida-sobremesa no muy larga. En octubre también encontramos una excusa cualquiera para otra celebración, que también prometimos repetir...

A Diego se lo llevó en pocos meses una maldita enfermedad que no dio tregua, que cada día venía con una mala noticia. Un tormento sentíamos desde fuera. Una enfermedad que atacó al cuerpo y lo maltrató, pero que no destrozó a Diego. Una bendición de chico siempre, esperanzado y sin miedo. No había ruido a pesar de que veíamos que se resquebrajaba aquel gigante joven y bueno que sostenía relaciones y familia, amistades, ilusiones y sueños nuevos. No sé por dónde caminaría su cabeza en los días finales, pero quien no ha generado maldad alguna debería tener tranquilidad y sosiego en el adiós.

Para este verano, con tu querido, nuestro querido Julio, también habíamos hecho un par de planes que incluían viaje, quizás monte, alguna escapada a Hondarribi. Las risas iban a venir solas. Las que se han ido contigo a esos bellos lugares donde viven para siempre las personas que nos han trasmitido paz. Maldita pena. No se va.