en este estado de comunicación permanente que hemos decidido montar vía WhatsApp, que se ha cargado el uso normal del teléfono, sobre todo las conversaciones telefónicas convencionales, mucho más ricas en matices, sugerencias y verdad, siempre me ha resultado entre curioso y enigmático el uso de caritas, bichos, gestos y similares asociados a los mensajes de texto, como queriendo poner con el aditamento visual lo que no venía antes. Una frase y, junto a ella, un monigote, y todo queda dicho.

También hay que reconocer que resisten tipos clásicos y normales, que no utilizan este cauce permanente de ruiditos, chismes y cosas, que aturde la memoria del teléfono movil y nuestra cabeza, enganchados todo el día al reclamo de lo que recibimos y mandamos.

No sé el tipo de relación que manejan los políticos cercanos y si, entre ellos, abundan o no existen los mensajes directos, o si el WhatsApp lo administran sus jefes de gabinete -que parece un cargo muy serio-, tipos profesionales y fríos que no sueltan una exclamación más de la cuenta y si lo hacen, es con segundas, terceras o más intenciones. Me gustaría saber si hoy entre ellos, los candidatos de la cosa pública, es jornada de mensajes y de si en sus textos abundarán o no caritas que lanzan besos, monitos que se tapan los ojos, rostros que lloran, ríen, o brazos que sacan bola según el remitente o el destinatario. O si hoy, simplemente, hay llamadas puras y duras, y nada más.

De un tiempo a esta parte, he sustituido el pulgar para arriba como signo de confirmación por un recorte de una figura de Brandon, uno de los futbolistas de moda de Osasuna que no necesita presentación, que sale todo sonriente haciendo el gesto del pulgar. Hay que estar a la moda. Con el WhatsApp zumbando a todas horas, abierto a la sofisticación. A ver qué nos llega en un día como hoy.