l otro día colocaron el cartel en el que se anunciaba que se suspendía la cena de Navidad. La cosa prometía porque los chavales se habían apuntado en masa, como si no salieran lo suficiente, todo el personal había hecho hueco en sus agendas -aquí había sitio de sobra- y la reunión en general anunciaba momentos de gloria, estampas típicas, situaciones para el recuerdo y circunstancias elevadas a la categoría de epopeya gracias a las redes sociales y los grupos de WhatsApp, en donde se dice de todo aunque casi nada llegue a ser verdad.

La cena ésta no era nada formal -que las hay- y porque se veía el punto destroyer, alguna amanecida entre las nieblas -de fuera y de dentro-, porque se acercaba por fin una reunión de amigos grande y con casi todo el mundo -estas veladas cohesionan a todos los grupos humanos o, si no, los rompen por alguna esquina-, ya había una cierta electricidad en el ambiente, de otros tiempos. Qué buenas eran esas primeras cenas del instituto con horario de llegada imposible de cumplir y carreras por las calles contra el crono. En las que había que negociar en casa y aceptar, también, el largo listado de consejos como parte del pacto para esa noche. No se nos pasaba por la cabeza entonces que la negociación de las cenas de Navidad llegara a formar parte de la agenda de los partidos políticos. Ahí anda el PP, como papá y mamá mirando con severidad a los niños que quieren salir de farra.

Un amigo mío estuvo la semana pasada en Madrid -tierra de la libertad- y un muestreo epidérmico de la situación le llevó a coincidir con lo que le dijo un taxista, analistas certeros del pulso ciudadano: "Aquí hace lo que se le pasa por los cojones". Ayuso, supuso. El mundo gira muy deprisa a nuestro alrededor y más aún cuando el virus debe ser menos malo según el color político del que mande.

Y aunque ha sido una lástima, lo de la suspensión de la cena habla de nuestro sentido común y talante cívico, también del cuidado y respeto a la enfermedad. Aunque no tiene ninguna gracia volver a sentir las restricciones de la pandemia, como la ola de la omicron, que está siendo otra nueva estocada al ánimo y a nuestra resistencia. Aviso: Yo a la siguiente cena, cuando toque, ya me he apuntado. No me la pierdo.

Se ha suspendido la cena de Navidad y nos ha dado bajón, no por la farra perdida, sino por lo que significa, por lo que sopla de nuevo alrededor