el hallazgo en la madrugada de ayer en el pozo de Totalán (Málaga) del cadáver del pequeño Julen ha puesto fin a la esperanza de encontrarlo con vida tras trece días de una ininterrumpida, intensa y dificultosa búsqueda plagada de obstáculos en la que han participado más de 300 personas. Las excepcionales circunstancias que han rodeado al suceso -el hecho de que estuviera protagonizado por un niño de apenas dos años, la angustia de que estuviera en un profundo agujero, con unos padres que ya habían perdido un hijo poco tiempo antes, los innumerables obstáculos que han debido sortear los equipos de rescate y el largo tiempo transcurrido, entre otros- han hecho que el caso haya despertado un inusitado interés. Como siempre que sucede una tragedia como la que ha tenido lugar estos días, en la que se acumulan una serie de circunstancias que la han hecho posible y la atención pública y mediática es tan exhaustiva, es necesario analizar con rigor lo sucedido y extraer las pertinentes consecuencias. En primer lugar, el niño cayó a un pozo de unos cien metros de profundidad, realizado con el objetivo de explorar la posible presencia de agua en el subsuelo, pero que carecía de los permisos necesarios. En cualquier caso, solo la investigación policial y judicial, ya iniciada, podrá determinar las circunstancias y las responsabilidades que, en su caso, pudieran derribarse si las hubiera. Por otra parte, la lógica ola de solidaridad hacia la familia afectada se ha trasladado también a los equipos técnicos y de rescate, que han trabajado día y noche en la búsqueda de Julen y que se han enfrentado a grandes penalidades y dificultades añadidas. Obstáculos al comienzo debidos al desconcierto, las prisas ante la presión del tiempo y posteriormente tanto a la orografía del terreno como a la dureza del mismo a la hora de construir los túneles para acceder a donde se encontraba el pequeño, lo que ha dilatado las operaciones y el hallazgo del cuerpo. Finalmente, es obligado también analizar el papel jugado por determinada prensa -sobre todo, por algunas cadenas televisivas- y de las redes sociales en este caso, ya que, una vez más, se ha llegado a primar el morbo, el sensacionalismo y la especulación y se han difundido infamantes bulos frente a la información real, rigurosa y respetuosa con la víctima (menor) y su familia.