La obstinación de la realidad hace inviable obviarla. Y la realidad es al mismo tiempo que las migraciones son una constante en la historia de la humanidad y que la falta de equilibrio demográfico en el mundo es paralela a la falta de equilibrio en su desarrollo. Ambas se conjugan hoy, en el primer cuarto del siglo XXI, además de con los conflictos bélicos que el hombre continúa provocando, con la secuencia de crisis económicas a que los cambios tecnológicos y productivos inducen y los desastres naturales que la ya innegable crisis climática agrava. La misma previsión de que el 70% de la humanidad resida dentro de tres décadas en concentraciones urbanas es ya una prueba irrefutable de que el actual modelo para afrontar el fenómeno migratorio, basado en la contención y la devolución, está abocado al fracaso. Navarra, como el Estado y Europa, se hallan ante esa realidad. Hoy, más del 10% de los residentes en Navarra es población inmigrante; en Europa, la media es del 12%. No es una realidad nueva, aunque sí distinta, que nos sitúa ante la exigencia de dar respuesta urgente al flujo creciente de inmigración y a hacerlo desde un ejercicio de responsabilidad, de corresponsabilidad con esos otros actores. Pero también nos coloca ante las propias necesidades demográficas de nuestra sociedad y las dudas respecto a la sostenibilidad del bienestar debido a la pertinaz pérdida de población y el envejecimiento. Hace ya ocho meses que la CAV presentó una propuesta concreta, Share, para dar respuesta a las personas refugiadas y solicitantes de asilo, migrantes económicos en situación de emergencia o aglomeración y a las necesidades de acogida de los menores no acompañados, que ahora impulsan asimismo otras siete comunidades y gobiernos regionales europeos, entre ellos Navarra. En Navarra hay 581 personas en el programa de protección internacional, 21 personas en el programa humanitario y 126 menores no acompañados. La fórmula, fundamentada en la distribución por la capacidad económica de la región o país de acogida, su situación demográfica y su capacidad de empleo, es también modelo para una UE cuyas políticas frente a la inmigración están condicionadas por las reticencias de (algunos de) sus estados y las interesadas tensiones políticas de aquellos que esgrimen falsos argumentos racistas o socioeconómicos como motivo de su irracional rechazo al diferente. Y, de momento, abocado al fracaso el intento de contener lo incontenible, la fórmula Share es la única para darle cauce humanista y eficaz.