al más puro estilo del tancredismo de Rajoy, Sánchez llegó ayer a las consultas con el rey sin mover ficha, nada más que si acaso gestiones de mero tanteo. La estrategia está clara, esperar a los movimientos de los demás y en todo caso ganar tiempo para mejorar su posición negociadora. Pero también para clarificar los números necesarios para alcanzar la presidencia, que en segunda votación bajaría de 176 diputados a 173 de no renunciar a su acta las tres señorías de Junts Per Catalunya suspendidas. Hasta el momento, el presidente en funciones ha alimentado declarativamente la aproximación a Ciudadanos, si bien parece un ardid para estimular el debate divisivo en ese partido porque Rivera difícilmente renunciará al sorpasso del PP sobre el que edificó su campaña tras desbancar al PSOE del poder en Andalucía en comandita con los populares y Vox. Por tanto, las opciones más realistas para Sánchez siguen pasando por un pacto prioritario con Unidas Podemos y el PNV, al que incorporar en segunda instancia a Compromís y el partido de Revilla, y una vez consolidado ese bloque culminar alguna otra negociación. Sin embargo, las perspectivas de un acuerdo sencillo con Unidas Podemos se han ido enfriando hasta el punto de que Sánchez e Iglesias no han mantenido ningún contacto en las últimas dos semanas, después de que el primero descartase prácticamente un Gobierno de coalición con el pretexto del varapalo de la sigla morada en las autonómicas y municipales. Pero sin los 42 diputados de Unidas Podemos la continuidad de Sánchez en Moncloa se antoja una entelequia, al igual que sin los 6 votos del PNV, que parecen difíciles de conciliar con la abstención que ha ofrecido Esparza a cambio de que el socialismo le deje gobernar en Navarra y que la vicepresidenta en funciones Calvo se apresuró a contemplar anteponiendo el Ejecutivo central a los pactos territoriales. La derivada es que Sánchez tiene casi todo por hacer, desde el reconocimiento de su legitimidad para procurar la reedición de la presidencia, y que cometería un error mayúsculo si confía en que los apoyos le lluevan prácticamente del cielo como sucedió con su exitosa moción de censura para desalojar a Rajoy una vez acreditada la corrupción del PP en sentencia judicial. Se acerca la hora de la verdad para Sánchez, para mantener su sello de nítido referente de izquierda integradora de la plurinacionalidad del Estado o transmutarse en un tibio tacticista de cuño recentralizador.