la contabilidad de las peticiones de asilo registradas en Navarra en 2018 (324 frente a las 175 de 2017) y la experiencia de los últimos años avanzan que las necesidades migratorias no se detienen sino, todo lo contrario, alcanzarán de nuevo cifras de récord. Son las dos vertientes de la parte alicuota y éticamente irrechazable que toca a la sociedad navarra en ese desafío humanitario de los más de 70 millones de personas forzadas a desplazarse por el mundo: la acogida a quienes solicitan quedarse y la atención a quienes hacen de nuestro país una etapa hacia otro destino. En la primera, las carencias son evidentes dado que el 75% de las demandas de asilo que se tramitan son denegadas por el Estado, que mantiene pendientes 102.890 solicitudes, con un incremento de en torno a siete mil mensuales, pese a que el propio origen de los solicitantes -venezolanos, colombianos, sirios...- evidencia la necesidad y la violencia que siempre han impulsado los flujos migratorios, históricamente constantes en Navarra en ambos sentidos. Flujos que tampoco ahora, en este siglo XXI, son una realidad nueva puesto que han conformado ya una parte importante, el 10%, de una sociedad, la nuestra, que, frente al populismo del discurso xenófobo, también precisa de la aportación de las nuevas generaciones de navarros y navarras. En la segunda vertiente, la atención al tránsito de quienes buscan otras metas, el esfuerzo de las instituciones y las organizaciones de ayuda a los refugiados e inmigrantes, con la puesta en marcha en Navarra de centros de acogida y programas de ayuda, es creciente y aún así se ve desbordado por el paulatino incremento de las llegadas (65.383 irregulares “contabilizados” el pasado año en el Estado) y la presión de las mafias que los envían desde el sur de la península hacia Europa. Este año, además, con los interrogantes que suscita un posible cierre de fronteras por Francia ante la celebración del 24 al 26 de agosto de la cumbre del G7 en Biarritz. Se trata, en todo caso, de una obligación ética, la de cumplir con nuestra parte de responsabilidad, también con la legalidad internacional del derecho humanitario que desde los Estados que forman Europa tantas veces está siendo ignorada. Porque el fenómeno migratorio ha dejado en evidencia la política de la UE que no ha sabido dar una salida a este problema y que ha hecho tambalear los propios pilares de la ética humanista europea.