Barcelona rindió homenaje ayer a las víctimas de los atentados terroristas yihadistas que tuvieron lugar hace dos años en Las Ramblas y en Cambrils y que provocaron la muerte de 16 personas y heridas de diversa consideración a otras 155 de 34 nacionalidades distintas. La conmemoración de este segundo aniversario del 17-A estuvo caracterizada por la sobriedad, la división y la polémica por la exigencia de algunas víctimas y partidos políticos de que se lleve a cabo una investigación que conduzca a conocer “la verdad” sobre lo sucedido. Esta demanda supone poner en cuestión la labor policial y judicial llevada a cabo hasta ahora, alimentando lo que otros sectores denominan “teoría de la conspiración”, que ha cobrado fuerza en las últimas semanas tras la publicación de algunas informaciones referidas a la relación del presunto ideólogo del atentado, el imán de Ripoll Abdelbaki Es Satty, con el CNI e incluso al posible conocimiento previo que los servicios de inteligencia españoles hubieran podido tener sobre los planes o los autores de una masacre que no habrían impedido. Se trata de graves acusaciones que, al menos de momento, no tienen sustento en las investigaciones. El propio comisario jefe de los Mossos d’Esquadra, Eduard Sallent, ha descartado que hubiese un conocimiento previo de los atentados. “Los Mossos sabemos perfectamente cómo se produjo el atentado porque llevamos la investigación y nada de lo que se ha especulado estos días queda acreditado en nuestras investigaciones”, ha declarado recientemente. Sin embargo, las formaciones independentistas y la propia alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, mantienen sus dudas sobre la posible implicación del CNI, acrecentadas por la negativa de PSOE, PP y Ciudadanos a la creación de una comisión de investigación en el Congreso de los Diputados sobre el 17-A. En este contexto, este segundo aniversario de la masacre resultó desangelado, sin gran presencia institucional -ni el jefe del Estado ni el presidente del Gobierno acudieron-, dividido en tres actos distintos y sin una movilización ciudadana acorde a la gravedad de los hechos. Una conmemoración casi marginal. Las víctimas, obviamente, y también la sociedad, merecen toda la verdad, el reconocimiento y la solidaridad, sin olvido y sin instrumentalizaciones de ningún tipo, ni mediante la ocultación de datos o información ni mediante teorías conspirativas.