es cierto que los datos de empleo del mes de agosto insisten en la realidad positiva de que Navarra sigue creando empleo y que sigue siendo la comunidad del estado con menor tasa de paro. También lo es que agosto es un mes en que las estadísticas del mercado de trabajo están supeditadas a su carácter estacional, y que el resultado final -con un aumento de apenas 81 parados en Navarra tras el final de la temporada turística- no ha empañado el buen comportamiento interanual de los datos de empleo en Navarra. De hecho, desde 2015, tras el cambio de gobierno de entonces, es la comunidad que suma un balance más positivo. Sin embargo, los datos también apuntan señales de advertencia. Navarra sigue creciendo en la creación de empleo a un ritmo del 2,4%, prácticamente a la par de su crecimiento económico, y por encima de las economías de comunidades limítrofes como Aragón, La Rioja y sobre todo la CAV, con la que además comparte la similitud del alto peso industrial en su PIB. En estos últimos cuatro años se ha bajado en miles de personas el número de desempleados -de los más de 55.000 en 2013 a los 31.000 actuales- y se ha situado la tasa de paro en unos niveles de entre el 7% y el 8%, pero sigue habiendo un lastre importante en términos de precariedad, temporalidad, mayores de 50 años, mujeres y jóvenes. De hecho, como llevan advirtiendo los sindicatos desde las reformas laborales del PSOE primero y de UPN y PP después, la brecha entre los salarios fijos y temporales es más alta que nunca. En todo caso, aunque estos datos de agosto no cuestionan la curva ascendente de empleo en Navarra que comenzó en 2015, no se puede obviar que coinciden con síntomas de desaceleración económica y amenazas más que latentes como el brexit, la ralentización de la economía alemana o el conflicto de los aranceles con EEUU. Es posible que la voluntad del nuevo Gobierno de impulsar un nuevo Plan de Empleo -aún sin concretar en contenidos, condiciones y objetivos- pueda ser un factor más que influya en la realidad del mercado de trabajo de Navarra. Pero lo será siempre que no suponga un regreso a los inútiles planes de empleo anteriores, que no sólo no fueron capaces de mantener y mejorar la calidad del empleo ante la crisis, sino que dilapidaron millones de euros en medidas más clientelares que efectivas. Tropezar de nuevo en la misma piedra de los intereses particulares en un momento en que las sombras económicas y financieras ganan espacios sería absurdo.