La política española afronta a partir de hoy cuarenta y ocho horas clave para evitar la celebración de nuevas elecciones el 10 de noviembre, una cita con las urnas que sería la lamentable consecuencia de la ausencia de diálogo y acuerdo entre las formaciones y sus líderes y la imposición del bloqueo como forma de funcionamiento estratégico. La nueva ronda de contactos con los representantes políticos convocada por el jefe del Estado para constatar si puede proponer un candidato a la presidencia del Gobierno con garantías de recibir los apoyos necesarios para su investidura supondría, así, la última oportunidad para evitar un gran fracaso político colectivo cada vez más cercano. El desarrollo de los acontecimientos durante varios meses, y aún más tras el fracaso negociador de los últimos días, indican que ninguna de las partes está dispuesta a ceder en sus posiciones, que no hay previstas nuevas conversaciones y que nos dirigimos a una legislatura fallida que obligará a los ciudadanos a volver a las urnas por cuarta vez en cuatro años. Es difícil imaginar un indicador más elocuente del fracaso sistémico al que se enfrenta la política del Estado, sobre todo teniendo en cuenta el incierto horizonte que se presenta a corto plazo, con la próxima sentencia a los líderes del procés, el brexit -con el riesgo de que sea duro- y la posible desaceleración económica. En una situación más normalizada, esta ronda de consultas del rey podría ser una última ocasión para exigir a los partidos que cumplan con su obligación y, en atención a los aún recientes resultados electorales y a las demandas de la ciudadanía, doten al país de la necesaria gobernabilidad y estabilidad. Sin embargo, los pronunciamientos de los representantes políticos indican que todos asumen como inevitables las elecciones del 10 de noviembre. Pese a esta dramática situación, el único afán de los partidos es ganar la batalla del relato para culpar al rival del fracaso e iniciar ya la precampaña electoral. Porque aunque la máxima responsabilidad corresponde a quien ganó los comicios -Pedro Sánchez- y su presunto socio preferencial -Pablo Iglesias- la derecha no está exenta y afronta ya el 10-N bajo la insensata premisa de que es “la segunda oportunidad para echar a Sánchez”. Todo ello son síntomas de una cultura política instalada en el Estado español que difícilmente desaparecerá en 48 horas.