era de esperar que el fracaso del proceso para investir a un presidente y la consiguiente confirmación de la fecha para la celebración de los comicios iba a significar el pistoletazo de salida de la frenética carrera de los partidos por captar el voto de los ciudadanos. Desde entonces, la maquinaria electoral funciona a pleno rendimiento. En ese sentido, el acuerdo que adoptaron los partidos en 2016 para acortar los plazos del proceso electoral, reduciendo a la mitad el tiempo oficial de campaña, se antoja una medida irrelevante ante la evidencia de que el plazo que discurrirá hasta la jornada de reflexión estará consagrado a la propaganda política, sin aliviaderos para cualquier asunto que no esté relacionado con los comicios. Y lamentablemente hay que constatar que en este arranque de campaña los principales partidos españoles no tienen mucho más que ofrecer a los ciudadanos que una competición por ver quien es más duro con Catalunya. El procés se ha convertido en su monotema en un contexto marcado por la operación policial contra los miembros de los CDR, el segundo aniversario del referéndum del 1 de octubre y la cuenta atrás de la sentencia que afina el Tribunal Supremo. En la última semana hemos escuchado a Pedro Sánchez amenazar al Govern con aplicar el 155 sin importarle que preside un Gobierno en funciones y que el Senado está disuelto, a Pablo Casado instar a Sánchez a aplicar la Ley de Seguridad Nacional para arrebatar el control de los Mossos al Ejecutivo catalán -una propuesta ilegal-, a Ciudadanos, con el apoyo del PP, registrar una moción de censura contra Quim Torra que fracasó ayer mismo, y el sainete lo ha protagonizado Santiago Abascal con su frustrada visita al cuartel de la Guardia Civil en el barrio de Gracia de Barcelona acompañado por un grupo de militantes de Vox que enarbolaban rojigualdas y banderas del Instituto Armado. Componen todas ellas un conjunto de medidas que solo contribuyen a inflamar todavía más la caldera y a escapar de la principal misión que tienen los partidos en campaña electoral, que es ofrecer soluciones y propuestas a los ciudadanos sobre asuntos como el empleo, las pensiones, la sanidad, la educación, etcétera; prioridades sobre los que, por lo visto en este arranque de la precampaña, no tienen nada que ofrecer. Con la sentencia del Tribunal Supremo por llegar -en unos días-, parece difícil que se pueda alterar este guion.