Salvo sorpresa, Pedro Sánchez será investido el próximo martes en el Congreso para presidir el primer gobierno de coalición de la democracia que deberá sobrevivir votación a votación tras la aguda fragmentación de la Cámara y encarar la crisis territorial marcada por el conflicto catalán tras las últimas sentencias llegadas de Europa y la necesidad de apoyo de los independentistas para mantener vivo al Gobierno y, por tanto, la legislatura. Las previsiones de Pablo Iglesias no iban muy desenfocadas cuando auguró, después de aquel simbólico abrazo con el líder socialista, que los ciudadanos podrían sentarse a la mesa en Navidad con un nuevo gobierno. Al final, ha sido por los pelos, casi al límite, pero dará tiempo de comer las sobras del roscón tras la investidura. El fin del bloqueo ya está aquí, aunque para ello hayan sido necesarias muchas horas de negociación, un dictamen de la Abogacía del Estado respecto a la situación de Oriol Junqueras, el visto bueno de ERC y un nuevo abrazo entre Pedro Sánchez y el líder de Podemos para sellar el programa de gobierno. No es mal colofón que la política ponga el broche a un año en el que los ciudadanos han tenido que responder -con mejor o peor ánimo, despotricando o vituperando a la clase política- a cinco convocatorias para acudir a las urnas, consecuencia algunas de ellas de la incapacidad de llegar a acuerdos. Se abre pues 2020 como una nueva etapa que supondrá cierta continuación de las cuestiones pendientes de la agenda política basadas en el estancamiento estatal con epicentro en Catalunya y su posible adelanto electoral tras la inhabilitación de Quim Torra por desobediencia. Una intensa agenda que ha de ser tomada para reivindicar el valor de la política y que caminará de la mano de la económica y social bajo el fantasma de la desaceleración solo sorteable si se despejan las incertidumbres causadas por un brexit que promete ser caótico en un mes o la guerra comercial con asiento en las relaciones entre EEUU y China. Para Navarra, afianzado el Gobierno de María Chivite con el visto bueno del anteproyecto de sus primeros presupuestos, contará además con el respaldo que un ejecutivo de izquierdas en Madrid debe dar a sus políticas. Además, con unas previsiones de crecimiento económico que invitan al optimismo pero a acomodarse en la autocomplacencia.