a perspectiva de unas elecciones puede no tener nada que ver con la campaña de acoso e intimidación que sectores radicales de la autodenominada izquierda abertzale han desatado contra sus rivales políticos en la CAV, pero es un contexto que requiere la respuesta contundente de una firme unidad desde principios democráticos. Vista la actitud con la que EH Bildu ha seguido la sucesión de pintadas insultantes e intimidantes en sedes de partidos, es evidente que no ha estado a la altura. O su reacción ha quedado muy lejos de los mínimos éticos exigibles a una sociedad madura. La situación dramática y denunciable de violación de sus derechos de un preso condenado entre otros delitos graves por el asesinato del concejal de UPN en Iruña Tomás Caballero -fue expulsado de ETA en 2017 por sus críticas a la estrategia de fin del terrorismo- es la excusa en esta ocasión para esta nueva campaña de amenazas. Los esfuerzos de algunas voces por contextualizar en ese ámbito la campaña agresiva de elementos afines a la izquierda ultra que se dice independentista sitúa ante una vieja encrucijada a la coalición que pretendió ampliar su espectro electoral más allá de la herencia de Batasuna, que había tocado techo. El mensaje de tibieza y la torpe diferenciación entre ataques a sedes de partidos y el realizado contra la vivienda de Idoia Mendia no ha sido solo un error. La insistencia con la que EH Bildu ha tratado de mantener esa diferenciación obviando los primeros y limitando el rechazo que está dispuesto a compartir en los pronunciamientos institucionales y cuando se dedica a establecer líneas entre la intimidación asumible y la condenable, como hizo la candidata Maddalen Iriarte, la coalición no está improvisando, sino tratando de seguir administrando el caudal social de esa izquierda extremista en su conjunto. Incluso cuando las consecuencias de esa construcción de relato se vuelve en su contra, con críticas contra esa misma estrategia del extremismo de ATA -corriente disidente de la vieja izquierda abertzale con la que se ha alineado el preso navarro Patxi Ruiz-, EH Bildu juega al apaciguamiento. Durante semanas, Otegi ha intentado construir un relato de ausencia de condiciones democráticas para las elecciones por la crisis sanitaria, pero ha regalado días de clamoroso silencio a los ataques a la democracia que son la intimidación y el señalamiento. El mensaje que transmite es, de nuevo, el de una violencia asumible. Esta encrucijada de EH Bildu implica más aún a partidos de esa coalición como EA o Alternatiba.