rente a la evidente escalada de tensión dialéctica para el desgaste del Gobierno Sánchez por parte de la derecha en la oposición, al presidente español no le quedan opciones que no pasen por consolidar mayorías a través de acuerdos con socios cuya fiabilidad la determina la experiencia. La peligrosa tentación de entender que se puede bailar con todas las parejas simultáneamente alejaría al Gobierno español de la estabilidad que precisa. No va a encontrar Sánchez interlocución alguna en los partidos de la derecha, de modo que la mejor estrategia es dejar de darles munición argumental. La situación del ministro de Interior está siendo un factor de inestabilidad sobrevenido y mal gestionado. La falta de claridad en el proceder del mismo en torno a la destitución de Pérez de los Cobos está siendo más hiriente que el propio cese. Errores en esa gestión han convertido un hipotético 'caso 8-M' en el 'caso Marlaska'. El recorrido del primero ante la opinión pública solo estaba alimentando a los sectores más radicalizados del antifeminismo y se desfondaba ante la ciudadanía por su intencionalidad tan obscena. Sin embargo, el segundo puede ser un caballo de Troya. La destitución de un mando policial con antecedentes de inclinaciones ideológicas explícitas y, según se filtra ahora, también de presunta manipulación de investigaciones, debió ser un mero ejercicio de sanidad democrática. Sin embargo, la comunicación poco clara, cuando no claramente contradictoria, realizada por el Ministerio ha puesto a Grande-Marlaska en el centro de una operación de desgaste y en un avispero del que difícilmente se puede salir sin lesiones. El batiburrillo argumental en torno al caso mezcla el carácter militar del cuerpo de la Guardia Civil con su supeditación al poder civil, que es un principio democrático. Hay una sociología construida en torno a la institución que ensalza su identificación con supuestos valores patrios por encima de la función que le corresponde en democracia y ha servido durante décadas para no cuestionarse sus procedimientos. Las purgas y promociones de mandos que se le consienten a la derecha española, y que aplica cuando ostenta el poder, son anatemizadas cuando lo hacen otros. Sánchez tiene que combatir esa patrimonialización de estructuras del Estado desactivando la primera o a las segundas contaminadas. Y en el empeño tendrá que dejarse pelos. O ministros.