aría Chivite acaba de cumplir su primer año al frente del Gobierno de Navarra. Doce meses en los que le ha tocado afrontar un tránsito mucho más complicado de lo que ya de por sí se preveía. Era de esperar que las dificultades surgirían de gestionar el día a día en minoría parlamentaria, pero no han residido ahí sus principales problemas. De hecho, el Ejecutivo -que lidera con el apoyo de PSN (11 escaños), Geroa Bai (9) y Podemos (2)- ha tenido capacidad para sacar adelante todos sus proyectos, incluidos los Presupuestos, casi siempre con los votos de EH Bildu (7) e Izquierda-Ezkerra (1) e incluso en ocasiones con los de Navarra Suma (20). Sin embargo, se ha encontrado con algunas fricciones entre sus propios socios, que derivarían en crisis si pasaran de ser a la excepción a convertirse en la regla, y sobre todo con una pandemia cuyas consecuencias sanitarias, sociales y económicas están todavía por medirse, pero que van a marcar esta legislatura y probablemente la siguiente. En este envenenado escenario, el Gobierno foral ha optado por atender las necesidades más urgentes con medidas muy similares a las impulsadas desde Moncloa a través de decretos que han tenido el respaldo parlamentario, pero que también han sido aprovechados por la oposición -e incluso por un socio del Ejecutivo como Geroa Bai- para incorporar iniciativas que el Gabinete de Chivite se negaba a respaldar. Y si para cualquier Gobierno es preocupante que el Parlamento apruebe medidas que alteran sus cuentas, todavía lo es más cuando tiene por delante importantísimos retos que deberá afrontar con apreturas financieras por la caída de la recaudación y el incremento del gasto que suponen las medidas anti-covid. Por lo tanto, vamos a ver a partir de ahora la solidez y cohesión interna del Gobierno, que ha de tomar decisiones en búsqueda de la estabilidad económica y política. A la vuelta de la esquina está el diseño de los próximos Presupuestos, que van acompañados de las siempre controvertidas medidas fiscales, y en el horizonte aguarda la negociación del Convenio Económico con Madrid, para la que se necesitará firmeza pese a compartir sigla con el otro interlocutor. Y todo ello sin que la pandemia dé un respiro, pese a que Chivite se agarre en la fortaleza industrial de Navarra para encarar esta crisis con mantener un moderado optimismo.