ras varias sesiones parlamentarias en pleno y comisión, pródigas en discursos repetitivos, sucesivas reuniones de los órganos técnicos y políticos que coordinan la gestión de la pandemia en los niveles estatal y autonómico y un nuevo ajuste de las restricciones, conviene hacer una reflexión. En primer lugar, no cabe duda de que, aunque se han hecho votos por no ofrecer la imagen de una normalización de la actividad vacacional en la Semana Santa, había una expectativa. Como recordaba el director general de Salud, Carlos Artundo, los mecanismos de autocontrol y las restricciones y recomendaciones las conocemos y cumplimos mayoritariamente. No dibujan un panorama sobrevenido y no hay excusa para su desbordamiento. Pero los datos son otros por la extensión de la cepa británica y hay que ser conscientes. No se trata de azuzar las posiciones de los extremos y de culpabilizar a la parte de la ciudadanía que cuestiona las limitaciones ni de confrontarla con la otra parte que las demanda. Por ello, el difícil equilibrio de las medidas restrictivas y los derechos requiere de un entorno sobre todo de coherencia y de adopción de medidas argumentadas con claridad y credibilidad. Pasar en dos días de mantener las restricciones anteriores para Semana Santa y comunicarlo públicamente un miércoles a reducirlas de nuevo un viernes anunciando que lo dicho 48 horas antes ya no es válido es poner en cuestión esa credibilidad en la toma de decisiones que es fundamental para que la sociedad siga asumiendo un año después lo complejo y necesario que es el esfuerzo común ante el coronavirus. Más cuando en Navarra se mantiene una actitud en la oposición de Navarra Suma que no tiene reparo alguno en utilizar la pandemia como arma de bronca política. Este tipo de certezas que se pueden dar a la ciudadanía tiene que ver también con una seguridad jurídica propia de los tribunales que deje claros los límites y el margen de actuación de las decisiones políticas y de las prácticas individuales y sectoriales en relación a la seguridad y la convivencia colectivas. Sin olvidar que no hay certezas en el ritmo de suministro de vacunas ni sobre la velocidad de inmunización. Tampoco la hay en cuanto a la evolución futura de los contagios en tanto parece claro que tiene que ver con la propia realidad de un coronavirus muy lejos de ser desactivado. El repunte de contagios habla de eso también y acredita que no basta solo, un año después de la covid-19, con la apelación a la responsabilidad individual o las medidas de restricción.