A fallida investidura de Pere Aragonès tras la segunda sesión y votación de ayer en el Parlament vuelve a poner de manifiesto la interinidad institucional de Catalunya y, por tanto, su ausencia de estabilidad en momentos muy complicados debido a la pandemia. Una interinidad que, tras el nuevo rechazo de JxCat a hacer president al candidato de ERC, amenaza con prorrogarse, aunque también hay signos que apuntan a una búsqueda del acuerdo a partir de ahora. No es, en cualquier caso, el mejor escenario para afrontar los retos pendientes y futuros y responder a las necesidades y anhelos de la ciudadanía catalana. Lo saben todos los protagonistas, tal y como quedó patente durante las intervenciones en la Cámara. El propio Aragonès expuso con crudeza la inédita situación a día de hoy en Catalunya: "Tenemos un gobierno en funciones y ejerceré mis funciones de vicepresidente en funciones de presidente, con los límites que impone el periodo electoral, pero no puedo hacerlo todo", clamó. Una fotografía que refleja una provisionalidad que solo aporta mayor incertidumbre y aumenta la desafección de la ciudadanía. Con el agravante de que la sesión de ayer reflejó -tras varios días de duras negociaciones- la tensión, desconfianza y distanciamiento de las propias formaciones independentistas llamadas a formar gobierno. Son los mismos partidos que conocen la necesidad y urgencia de disponer de un Govern sólido, estable y capaz de llevar adelante políticas para paliar los efectos del covid-19 -que sigue golpeando con dureza a Catalunya- y preparar la recuperación de la crisis. La clara advertencia de Aragonès de que en ningún caso admitirá "tutelas" ni "sustituciones", en clara referencia al expresident Carles Puigdemont y su Consejo por la República, cuya capacidad de influencia y poder en las decisiones de Junts -también en su voto negativo al candidato republicano- está fuera de toda duda, pone el foco en la cuestión clave del bloqueo, que sigue siendo la lucha por el liderazgo independentista. ERC y JxCat están, pese a todo, condenados a entenderse, aunque deberían abrir el abanico del diálogo a fuerzas no soberanistas en busca de acuerdos amplios y transversales. En cualquier caso, urge el desbloqueo indefinido al que parece condenada Catalunya porque la opción de la repetición electoral el 26 de mayo podría resultar letal.