l deporte navarro no puede estar más orgulloso. Tanto por la comparecencia de deportistas (ocho) -en una comunidad tan pequeña- como por el nivel de rendimiento deportivo logrando tres medallas en las cinco modalidades en las que compitieron. Los futbolistas Jon Moncayola y Mikel Meino fueron los navarros que cosecharon más éxitos en el país nipón. Enhorabuena también para el bronce en balonmano de Eduardo Gurbindo cuyo equipo volvió a subirse a un podio olímpico trece años después. Dos diplomas olímpicos mereció a su vez el waterpolista Alberto Munárriz (4º), aspirante al oro, y el atleta de 110 metros vallas Asier Martínez (6º) tras pasar a semifinales como primero y como tercero a la final, y que con apenas 21 años promete un brillante futuro. Menos afortunados fueron la golfista Carlota Ciganda, la balonmanista Nerea Pena, y el plusmarquista y campeón de España de 400 metros vallas Sergio Fernández. La delegación española, mermada eso sí con bajas sensibles como Rafa Nadal, Carolina Marín, Orlando Ortega y Jon Rahm y los problemas físicos que lastraron a otras bazas como Mireia Belmonte o Lydia Valentín, consiguió a su vez un total de 17 medallas, tres oros, ocho platas y seis bronces, las mismas que hace cinco años en Río de Janeiro, pero que le dejaron en el puesto vigesimosegundo del medallero de la cita, algo peor que el de la última cita por la bajada en metales dorados. Unos juegos también reivindicativos donde muchas mujeres se han plantado para competir contra el machismo y la sexualización del uniforme (la selección noruega de balonmano de playa femenino jugó su partido en shorts en vez de bikini), una edición en la que se ha remarcado mucho la orientación sexual de los ganadores (el caso de Tom Daley o la atleta transexual Raven Saunders) o su color (la atleta gallega Ana Peleteiro y su mítica frase "Somos negros, qué 'de color' para quienes enarbolan mensajes racistas). Precisamente negros, no de color, son muchos de los ganadores de los países más potentes en el olimpo. Juegos en los que también se ha puesto sobre la mesa el debate global sobre la salud mental en el deporte de alta competición con el ejemplo de Simone Biles. La ceremonia de clausura de los Juegos también estuvo rodeada de sentimientos encontrados, con bailes y DJ en el Estadio Olímpico y protestas en su exterior. Los organizadores han logrado gestionar su burbuja pero se mantiene abierta la discusión sobre si ha sido adecuado celebrar el evento en la situación actual.