l precio de la electricidad bate un nuevo récord que, aunque llueve sobre mojado, demanda una revisión contundente del sistema. Una revisión que no solo afecta al modelo tarifario del mercao español pero que es especialmente sangrante en él. Los responsables de las distintas administraciones, trambién de las europeas y su diseño tarifario general, están apelados por los hechos. Y estos hablan de que no se ha sabido evitar que la estructura de gestión de derechos de emisión de CO2 impida la especulación en el precio de los mismos, ni su traslación al coste de la energía para el consumidor final. Lo que debió ser un mecanismo que propiciara la descarbonización aún es un factor de encarecimiento de la energía. Y encarecer la energía implica poner en cuestión la economía doméstica, su capacidad y voluntad de gasto, con el subsiguiente impacto en la evolución de la demanda interna, uno de los factores de recuperación económica. Adicionalmente, pone en tela de juicio el principio de competitividad industrial. La producción de bienes consume grandes cantidades de energía por sus procesos electrificados y el aumento del coste por su consumo resta los márgenes a las empresas. Es tan de perogrullo que, a pesar de que muchas de las más acivas tienen establecidos mecanismos de control de ese gasto tanto por vía contractual como por diversificación del suministro, no es menos cierto que las pequeñas empresas, y especialmente las dedicadas al sector servicios, disponen de menor margen de maniobra. El precio de la energía está impactando claramente en el IPC y distorsionando el sistema de equilibrio de oferta y demanda a la hora de determinar su comportamiento. No es la tracción de la demanda la que eleva los precios, por lo que no hay un funcionamiento sano del mercado. No es sencillo incidir sobre los precios del mercado sin un intervencionismo o una renuncia a ingresos fiscales. Pero es preciso aplicar un equilibrio que permita a las empresas del sector amortizar sus inversiones en tecnologías limpias de generación de energía sin que el valor de referencia para determinar los precios sea fundamentalmente el precio del gas en mercados inernacionales, sometido al arbitrio de la especulación. Cada fuente de generación deberá aportar al mix el valor de sus costes reales sin hacer tabla rasa del precio hacia el coste más elevado, como ahora.