l socialdemócrata Olaf Scholz es ya oficialmente nuevo canciller alemán al frente de una coalición tripartita que también incorpora a verdes y liberales y que pone fin a 16 años de poder ininterrumpido de la conservadora Angela Merkel, que ha dejado una impronta en su país y en la UE difícil de igualar y que ha marcado los designios del Viejo Continente. La coalición semáforo, como se conoce a la alianza entre el Partido Socialdemócrata (SPD), Los Verdes y el Partido Democrático Libre (FDP) constituye una alianza inédita en la historia de Alemania y tiene como cabeza visible al líder del SPD, de 63 años, con experiencia de gobierno tras ser el segundo de a bordo de la gran coalición con los conservadores de la CDU-CSU. El noveno canciller de Alemania desde la Segunda Guerra Mundial tiene una mayoría parlamentaria solvente pero las diferentes sensibilidades del tripartito harán complicada una legislatura que entre sus principales retos tiene la contención de la pandemia y también otros internacionales como la escalada de tensiones con Rusia por su creciente presencia en la frontera de Ucrania o las crecientes tensiones con China. En las capitales de medio mundo no se han ahorrado elogios hacia la anterior inquilina de la cancillería, en muchas ocasiones sentidos y en otras aliviados de perder de vista a una líder omnipotente y omnipresente en la gestión de las crisis financieras y geopolíticas de los últimos tres lustros. Pasada ya la hora de los parabienes Scholz afronta desde el gobierno de centro izquierda los desafíos de la expansión casi incontrolada del covid, la crisis migratoria, la lucha contra el cambio climático, la renovación del hasta ahora exitoso modelo de industralización germana, la transformación digital, la estimulación de la economía, la distribución de los fondos europeos o la cogestión con París de los desafíos de la UE. Scholz pone fin a la era Merkel, pero es un pragmático de la corriente centrista en la familia socialdemócrata que logró su objetivo de alcanzar la cancillería con un bagaje político y un planteamiento económico más basado en el continuismo que en la ruptura con la líder conservadora. Pragmático, poco amigo de las apariencias, flexible en las formas y duro en el fondo. Y nada partidario de los grandes cambios. Casi una versión socialdemórata de Merkel.