o es en absoluto una mala noticia el anuncio informal del ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, de un afutura rebaja de las facturas del gas, la electricidad y los carburantes. Es informal aún porque carece de la debida concreción y fija un plazo de casi dos semanas para su aprobación el próximo día 29. En este sentido, no satisface la inmediatez de reacción que demandan los sectores económicos y las familias, afectados todos ellos por una escalada de múltiples factores pero dos denominadores comunes: la dependencia energética del exterior y oligopolio de los mercados de hidrocarburos, sensibles a la inestabilidad política y económica en cualquier parte del mundo y capaces de reaccionar con prontitud a la demanda pero no de contener sus precios con alternativas de oferta. No por reiterado deja de estar vigente la queja por estas circunstancias, cuyos efectos no se acaban de paliar con medidas estructurales que aseguren la sostenibilidad de un modelo energético capaz de satisfacer la demanda y de persistir a largo plazo. Es cierto que muchas de las condiciones para activar ese escenario están más allá del alcance de las políticas de ámbito estatal pero no lo es menos que existe un margen de maniobra significativo para el corto plazo y aún mayor para el largo.

La intervención del Gobierno puede incidir en el incremento de coste de la energía que hasta la fecha ha sido un mecanismo de recaudación para las arcas públicas. Todas ellas están gravadas con impuestos y tasas de carácter universal, lo que convierte una utility de primera necesidad en una mercancía de lujo cuya fiscalidad carece de progresividad y afecta por igual a todos los bolsillos. Incidir sobre este aspecto de la factura energética es una medida paliativa necesaria pero no definitiva por cuanto condiciona el margen fiscal de los presupuestos. Sin embargo, este es el año en el que cabe acometer este tipo de acciones inmediatas para proteger la economía, la competitividad y el bienestar en tanto la inversión estructural, la transformadora del paradigma energético puede soportarse en el multimillonario programa europeo de ayudas. Con el primer trimestre del año casi vencido, se hace evidente que es preciso acelerar los procedimientos para poner en marcha esas inversiones y los proyectos que, a través de ellas, pueden mejorar de un modo sustancial un modelo energético, tecnológico y ambiental que no soporta hoy más tensión y ha caducado.