EL denominado “debate del estado de la nación” sirvió en la sesión de ayer para dibujar el hartazgo y el, una vez más, repetido aviso del PNV al Gobierno de Pedro Sánchez sobre el restablecimiento de la confianza para seguir manteniéndose como socio. Los mensajes de incomodidad y advertencias debieran situar a Sánchez en un escenario donde la obligatoriedad de cuidar a sus apoyos debiera estar en los primeros puestos de su agenda a año y medio de las próximas elecciones generales.

Los vaivenes en determinadas transferencias o la dilación en el cumplimiento de los compromisos legislativos ofrecen una imagen del presidente del gobierno español acomodado bajo la perversa y manoseada teoría de la falta de alternativa frente a un escenario donde gobierne el PP en brazos de Vox. No debiera ser, sin embargo, esta teoría la que preocupe a sus socios como así se lo señaló en la tribuna el jeltzale Aitor Esteban, sino al propio presidente para reeditar el pacto de legislatura con sus sostenes parlamentarios puesto que es el propio Sánchez quien no hallará alternativa a gobernar si no es de la mano de sus actuales apoyos.

Escudarse, como así lo hizo Sánchez, en la dificultad de las peticiones que llegan de Euskadi, solo puede responder a un argumento vacuo que esconde una falta de voluntad que impulsa su unilateralidad frente al abuso de que la alternativa sería mucho más nociva para la democracia. Los cumplimientos de los compromisos así como la valentía que se exigió para la cuestión territorial debieran imponerse frente a lo que el presidente del EBB llamó en su día “cláusula de comodidad” y terminar con la elemental dicotomía de “yo o el caos” que ya explicitó Sánchez en los primeros compases de la emergencia sanitaria. Un gobierno dependiente está obligado a cuidar de sus socios, no solo en el cumplimiento de sus compromisos sino en la transparencia de la comunicación.

La autocomplacencia por el giro progresista y social que trazó EH Bildu no debiera opacar la materialización de los cumplimientos para que el pacto de investidura suscrito en 2020 vuelva a ser una realidad. No basta que Sánchez solo confíe en sí mismo y en su suerte, debe impulsar que los demás lo hagan para así reeditar en la próxima cita electoral, sea en fecha o no, los necesarios pactos que le mantendrían en Moncloa.