Pedro Sánchez acudió ayer al Congreso con una batería de iniciativas con las que quiso construir una plataforma sólida de lucha contra la corrupción. Las quince medidas anunciadas cumplen en la fase de enunciado con los requerimientos de una catarsis que permite argumentar un compromiso, pero exigen una profundidad y contundencia añadidas para darle al Gobierno PSOE-Sumar la fiabilidad que precisa.
Entre las medidas enunciadas, la creación de una Agencia Independiente de Integridad Pública y Lucha contra la Corrupción se ha dotado de un añadido de verosimilitud de la mano de la participación internacional independiente en su diseño a través de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Es indicativo de la necesidad del Gobierno español de disponer de una visa de autenticidad otorgada por terceros para redimirse ante la opinión pública. No va a contar con la cooperación de la oposición, que volvió a exhibir que su prioridad es liquidar la mayoría de investidura, muy por delante de la propia lucha contra la corrupción. El estado de las cosas ahora mismo para la coalición PSOE-Sumar es de una debilidad que deberán acometer. La advertencia generalizada de sus socios de que la confianza en ellos se acerca al cero absoluto tiene que ver con la presunta trama corrupta, pero también con la exigencia de clarificar qué cabe esperar de la legislatura para justificar su continuidad.
Fue claro el PNV en ese sentido y puso en evidencia que el goteo de investigaciones solo puede compensarse con actitudes contundentes. De confirmarse los indicios, ha fallado la prevención y es imprescindible garantizar que el riesgo de gangrena se ataja aquí y ahora para poder rescatar los márgenes mínimos de fiabilidad que aspira a disfrutar Pedro Sánchez. Ni siquiera su eventual salida de La Moncloa apunta a más que un placebo retórico en boca de la oposición, en tanto ella misma está penetrada de escándalos ante los que se ha comportado con laxitud e, incluso, obstrucción en el pasado y el presente. El toque de atención al Gobierno por parte de sus socios es nítido: más contundencia, menos sobresaltos y un proyecto de gobierno que se pueda compartir. La ausencia de una alternativa fiable a través del PP y la ultraderecha, urnas mediante, es igualmente palmaria.