La comisión parlamentaria que investiga la gestión de la dana de octubre del año pasado, con su balance trágico de más de dos centenares de muertes, escuchó este lunes el interrogatorio al presidente en funciones de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón.
Una comparecencia agria, marcada por los reproches a su gestión y en la que el máximo responsable del gobierno autonómico sostuvo sin ambages la teoría de que su papel ejecutivo no era necesario para adoptar las decisiones que no se asumieron en tiempo y forma con tan trágicas consecuencias.
Más de 150 personas –de las 229 que dejaron su vida aquella tarde en la comunidad– habrían fallecido ya cuando se emitió la alerta por inundaciones, ante la parálisis del Centro de Coordinación de Emergencias, donde no se adoptaron las medidas necesarias hasta muy entrada la tarde.
La pretensión del máximo responsable político de eludir cualquier función o responsabilidad rayaría la comedia si la nefasta gestión de la emergencia no hubiese tenido consecuencias tan trágicas. Si algo faltó en ese centro fue el liderazgo político, la asunción de la responsabilidad por parte de los subalternos de Mazón presentes en él, lo que convierte en más clamorosa su ausencia.
El intento del todavía hace pocos días líder indiscutible del PP valenciano de acreditar su implicación a través de sucesivas llamadas de teléfono –algunas de las cuales ni siquiera atendió– es un pobre ejercicio de escapismo: la prioridad que reclamaba la situación no fue correspondida con su presencia. Hizo una elección y ésta fue mantener una agenda cuando menos inusitada y poco diligente.
Las explicaciones, la verdad que demandan las familias de las víctimas, no llegan de boca de Mazón ni del Partido Popular. Persisten los de Núñez-Feijóo en el relato según el cual la indolente actuación de su gobierno en la comunidad es excusada para señalar al de Pedro Sánchez, al que aparentemente se le exige haber impuesto su propia gestión de la emergencia, vaciando una competencia explícitamente autonómica.
Ni siquiera la marcha de Mazón constituye un ejercicio de asunción de responsabilidad política sincera en tanto no es consecuencia de una decisión en tiempo y forma ni propia ni de su partido, sino una huida ante la presión social que exige responsabilidades un año después de tanta incompetencia.