Aún recuerdo, Yolanda, aquel triste día que, reflejándome en una frase que leí, "escalaba horizontalmente" los pasillos de San Juan de Dios.
Pronto iba a desparramar los trozos de mi vida rota en el despacho de quien, hasta entonces, era una desconocida.
Fue tan duro como fácil, la cálida alfombra que me tendiste permitió que me rompiera sin extrañar tu presencia.
Hasta el día de hoy he tenido que jugar, quizá agotado por el primero, el segundo partido más difícil de mi vida. Ha sido muy complicado, pero no he estado solo.
Alguien... se ha preocupado de mantener la hierba bien cortada para que lucieran mis regates.
Alguien... se ha encargado de colocar bien la red para que mis goles subieran al marcador.
Alguien... de elegir bien mis botas cuando el terreno estaba resbaladizo.
Alguien... de fichar para mi equipo al mejor portero del mundo...
Ahora, ya en la ducha después de haber ganado la Copa, parece ser que también alguien se ha encargado de graduar la temperatura del agua. Ésta se desliza como dulce bálsamo por mi cuerpo, devolviéndome después del esfuerzo... la vida.
¡Gracias, Yolanda!
Un fuerte abrazo.