Lágrimas infantiles por una cámara de fotos
El martes 2 de julio disfruté en familia de una maravillosa jornada de paseo en el nacedero del río Urederra, cuya visita considero a partir de la fecha de obligado cumplimiento.
Las peques se divirtieron de lo lindo, exploraron cada recoveco del recorrido y posaron ilusionadas para nuestra cámara de fotos?, pero desgraciadamente, dicha cámara se nos quedó olvidada en el suelo del parking habilitado para los visitantes al parque en Baquedano. Se trata de una cámara Lumix de Panasonic de los tiempos en que mi madre vestía con turbante, es decir, una cámara vieja y grosor de un ladrillo de todo trote que saca unas fotos apañadas pero con una calidad máxima de 1 mega por foto. Estoy completamente seguro de que el valor económico de dicha cámara raya el esperpento, pero ¡ay amigo!... lo que iba dentro de esa tarjeta de memoria sí que tiene un valor incalculable. No hay más que ver el llanto desconsolado (y cuando digo desconsolado os aseguro que no exagero ni un pelo) de las pequeñajas cuando les dije que nos habíamos olvidado la cámara en el suelo y habíamos perdido todas las fotos.
Aprovecho estas líneas para pedir un poco de humanidad para que quien se encontrase dicha cámara, que se ponga en mi pellejo y, antes de eliminar las fotos de la tarjeta de memoria para quedarse con una cámara anterior al pleistoceno, se plantee el devolvérnosla o al menos hacerme llegar el maravilloso reportaje fotográfico que guarda en su interior.
Si no tienes hijos en estos momentos es posible que los tengas en el futuro, y me imagino que te resultará muy sencillo empatizar conmigo. Mis datos obran en poder de la publicación que tienes en tus manos, yo y sobre todo mis hijas te quedaremos inmensamente agradecidos.