Hola Valeria Vitella. No te conozco pero sé que viviste muy cerca, en un poblado romano, siglo I después de Cristo, y me siento orgullosa de saber que tu mensaje nos ha llegado casi intacto dos mil años después gracias a diez años de auzolán vecinal y científico en Larunbe. Te sitúo en mi memoria con un nombre tan bonito como el de una artista italiana. Me imagino a una mujer con mucho más protagonismo que el que pasaría a tener después en la oscura Edad Media en cuyo monasterio por cierto quedó enterrado tu altar de piedra. Una mujer que escribe -o encarga escribir- en latín una ofrenda a una diosa vascona, Larrahe. Visualizo a una mujer que habla vascónico pero conocía el latín. Quizás a una guerrera o jefa de tribu con una gran riqueza cultural, inmersa en la civilización romana pero que conoce la mitología vasca y agradece a la madre tierra -de mujer a mujer- sus bondades, la tierra que da sus frutos como tantos pueblos indígenas, en una Cendea de Iza productiva en cereal. De la mitología vasca precristiana (antes de que se demonizaron las deidades paganas) yo solo conocía a Mari (también Ama Lur), una divinidad de sexo femenino y protectora que habitaba en todas las cumbres de las montañas de nuestra tierra a través de Toti Martínez de Lezea.

Te veo plantándole cara a la vida en una aldea que no es la Galia de Astérix primitiva que vive de espaldas o enfrentada a la romanización, en definitiva, siendo un ejemplo de convivencia. Idealizo que conocías remedios naturales como buena sorgiñe y que defendías tu tribu como una jabata, de ahí que reclamaras a las diosas toda su fuerza. Tomo nota de todo. Agradecida, una enamorada de nuestra cultura y nuestra tierra.