Leo el reportaje y veo las fotografías que dedicó DIARIO DE NOTICIAS a las actividades de diversos centros escolares para conmemorar el Día de la Paz, que se celebra cada 30 de enero, día del asesinato de Ghandi, y pienso en cómo esos chavales y chavalas percibirán las informaciones diarias sobre la realidad de una violencia general que se expande imparable por todos los rincones de la Tierra. Hablan de la paz, la guerra, la solidaridad, la justicia social, el acoso escolar, la igualdad de género, el respeto a la diversidad... ideas que ya apuntan al origen de buena parte de esa enorme bola de violencias. “No hay camino para la paz, la paz es el camino”, decía Ghandi. Y quizá se trate de eso, de poner desde el principio esperanza, que es lo que transmiten los rostros de esos niños y niñas y no es lo mismo esperanza que ingenuidad, porque entonces sólo hará falta voluntad para recorrer el camino de la paz. No sé qué recuerdo les quedará a los chavales de esta fiesta difusa y profusa, ni creo que sus maestros les hayan hablado de que los beneficiarios de la victoria de Gandhi celebraron su memoria despedazándose entre sí y el país que heredaron porque unos eran hindúes y otros musulmanes, unos se sentían indios y otros pakistaníes. Allí la guerra aún dura. Y pese a ello, visto a dónde nos han llevado nuestros dioses, habrá que darle una oportunidad a Ghandi. Al menos, revela la simiente de una cultura, un anhelo real que lucha contra otro oleaje no menos poderoso y actuante, el de la violencia, la guerra, el odio, la explotación, el dinero... Lo cierto es que quedan aún muchas violencias en la cotidianidad diaria y siguen muchas guerras en el mundo, pero quizá algún día, en otro momento histórico, el Día de la Paz también sea definitivamente sólo un incidente más en la historia de la Humanidad. Un mal recuerdo. Es inútil lamentarse.