Esta vez han rectificado a tiempo, pero la intención ha quedado clara. Para el mundo del cine americano no todos los que trabajan en el sector se merecen su minuto de gloria. Una peligrosa manera de entender el trabajo en equipo, la de creer que solo son importantes quienes figuran en los puestos más altos o de mayor repercusión pública. Y esto vale para el cine y para otras muchas profesiones, el periodismo, por ejemplo, que necesariamente implican un trabajo en equipo que respete y tenga en cuenta todas las escalas y a todas las personas que lo hacen posible. La polémica en cuestión y la consiguiente rectificación tiene que ver con la gala de los Oscar y el anuncio por parte de la Academia de Hollywood de entregar las estatuillas de fotografía, edición, cortometraje de ficción y maquillaje y peluquería durante los anuncios y emitir en diferido los discursos de sus ganadores. Como si pudiera existir una película sin fotografía, sin ser editada, sin actores y actrices maquillados y peinados; como si los cortos no fueran el primer e imprescindible paso de muchos de los largos que hacen historia. La presión del propio mundo del cine, con la implicación esta vez de nombres de primer nivel, que tildaron la decisión de “insulto” a quienes dedican su vida y pasión a su profesión, les ha obligado a echar marcha atrás a su desacertada decisión.