Esparza ha sumado a su candidatura a PP y Ciudadanos -y con las siglas el lastre de corrupciones y antiforalismo centralista que llevan como señas de identidad política-, pero su campaña es la misma que le llevó al fracaso hace cuatro años. Muchos miedos y amenazas, añoranza por un pasado ya fracasado y muy pocas propuestas que tengan como finalidad plantear soluciones los problemas y demandas reales de la sociedad navarra. Como parece que el viejo recurso al miedo a que vienen los vascos ha perdido efectividad electoral y ya no tiene apenas cabida en las preocupaciones actuales de los navarros y navarras, el laboratorio de campaña se ha centrado en otros miedos, pequeñas dosis de esas terribles cosas que sucederán en Navarra si el frente de derechas no vuelve a controlar el poder y no se lleva a su lado de la manita otra vez al PSN. Un clásico: Navarra desaparecerá, aunque nadie aclara en que lugar del globo terráqueo quedará reinstalada ni qué ocurrirá con sus 600.000 habitantes. Los tópicos falsos habituales de la imposición del euskera, la sustitución de la bandera de Navarra por la ikurriña, el final de la enseñanza concertada -tampoco en este caso se aclara qué uso tendrán las instalaciones de esos centros de enseñanza ni a dónde irán a parar sus miles de alumnos y alumnas y profesores- y las tradiciones y fiestas y la huida de las empresas y el desplome del empleo y todo lo demás. Ninguno de esos miedos ha tenido posibilidad alguna de convertirse en realidad en estos cuatro años. Al contrario, los hechos muestran el camino contrario en todos esos casos. Y en este listado de miedos ha aparecido a última hora un nuevo argumento utilizando la verborrea exaltada y provocadora de Arrimadas. Tras aquella inolvidable metedura de pata de Barcina comparando la Navarra que ganó en las urnas en 2015 con la Alemania previa al nazismo, llega ahora el mantra de que si no ganan ellos, Navarra derivará en Catalunya. Otra patochada que solo deja en evidencia la falta de propuestas reales para la Navarra de hoy de Esparza y el desconocimiento absoluto de Arrimadas de Navarra, algo que ya se sabía leyendo o escuchando sus sucesivas diatribas contra el Convenio Económico y el régimen foral de Navarra con sus falsas acusaciones de injusto e insolidario. Malas compañías y malos miedos.