leo que Nueva Zelanda será el primer país del mundo con un Presupuesto que no se medirá por el crecimiento económico sino por el bienestar de sus ciudadanos. Y para ello ha elaborado un documento que fija los criterios para valorar ese bienestar, desde el medioambiente, la vivienda y la cohesión social hasta la identidad cultural o la lucha contra la pobreza. Son sólo alguna de las prioridades del Gobierno de Nueva Zelanda de la primera ministra laborista Jacinda Ardern, pero me ha venido a la cabeza las prioridades establecidas por el Gobierno de Barkos en Navarra o alcaldes como Asiron en Iruña durante esta Legislatura. El cambio político y social no sólo tenía como objetivo sustituir el viejo modelo político de Navarra anquilosado en políticas fracasadas y argumentos sectarios del pasado, sino poner en marcha un nuevo sistema de prioridades que atendiera en primer lugar a las necesidades de las personas en esta Navarra del siglo XXI. Lo que Barkos ponía en valor un día de esta campaña: Navarra ha avanzado y mejorado estos cuatro años teniendo como prioridad intentar no dejar a nadie atrás en esa mejoría. Por supuesto, no todo se ha conseguido y ha habido y hay reticencias e incertidumbres en ese camino, pero los parámetros hoy, cuatro años después, en derechos sociales, prestaciones públicas, movilidad y medioambiente apuntan más avances que retrocesos, más aciertos que errores, en la dirección de esas prioridades. He escrito muchas veces que la política es el arte de lo imposible, pero es necesario que sea también el arte de lo posible. Y situar a las personas como eje prioritario de la acción de gobierno, de la estabilidad institucional y de la normalidad de la convivencia es un ejercicio de hacer de la política el arte de lo posible, de trabajar desde las políticas públicas en favor de quienes no pueden disfrutar de la prosperidad en uno de los territorios con mejores índices de igualdad y cohesión del Estado y de la UE. De trabajar por lo necesario. Al final y al cabo, la alternativa al cambio político y social el 26-M es la misma que la de 2015, un conservadurismo moralista y reaccionario con tintes autoritarios frente a quienes no piensan como ellos que sigue lastrado por la mala gestión, el clientelismo, la inestabilidad, el despilfarro de cientos de millones de euros y la exclusión interesada de decenas de miles de ciudadanos. Sólo que con el añadido esta vez de una pintoresca coalición a la que la derecha tradicional navarra ha sumado los lastres del PP y Ciudadanos. Un conservadurismo aliñado con la alargada sombra de la interminable corrupción del PP y de sus cloacas extendidas por todo el Estado y del antiforalismo centralista y ultraliberal de Ciudadanos. No sé que depararán las urnas porque las mismas encuestas -hoy DIARIO DE NOTICIAS publica la segunda entrega del estudio de Gizaker con un trabajo de campo de este mismo viernes-, dejan todos los escenarios abiertos, pero es evidente que los proyectos que optan a dirigir Navarra durante los próximos cuatro años son sustancialmente diferentes en sus prioridades, caminos y objetivos. Y, en ese contexto, Navarra ganará con quienes han trabajado por seguir intentando ganar el futuro para las personas como garantía de desarrollo económico y social que regresar a tiempos en que lo prioritario fue simplemente más cemento y más boato superficial.