He estado esperando estos días -y como yo supongo que miles de ciudadanas y ciudadanos- con la esperanza de que quien será próximo alcalde de Pamplona-Iruña, Enrique Maya, diese un paso atrás, rectificase o pidiese disculpas por su lamentable diferenciación entre pamploneses normales y anormales con la que nos deleitó en su euforia desatada de la noche electoral. Suele ser una penosa práctica habitual que los triunfadores se dejen llevar por los ánimos desbocados y se eleven a los altares de la tontería política con alguna ocurrencia, casi siempre descalificativa, hacia sus rivales políticos. Maya no fue el único. Esporrín protagonizó un patético ¡agur Asiron! que ahora deja aún más evidencia que su candidatura a la alcaldía, si finalmente llega, no es más que una mascarada para tratar de ocultar a la opinión pública que, al menos en Iruña, el PSN tiene decidido ceder la alcaldía al frente de derechas. O el final de la intervención de Esparza con una ¡a por ellos! que deja claras cuáles son sus intenciones políticas en caso de gobernar contra quienes no piensan como él dice que hay que pensar en esta Navarra. Pero el mensaje de Maya va más allá, tiene un calado peligroso. La historia, también la reciente, está repleta de numerosos ejemplos de esa señalización despectiva del otro como inferior ya sea por razones políticas, religiosas, étnicas u otras, un discurso que en muchas ocasiones ha acabado generando terribles consecuencias humanas. Seguramente no es eso lo que pretendía un exaltado Maya, pero esa diferenciación entre ciudadanos normales y anormales no es sino una nueva versión de los buenos y malos navarros que ha utilizado siempre como discurso subliminar las derechas políticas y mediáticas. Esa gente de orden y de bien a veces acaba resultando gente no buena. Si Maya va a ser alcalde de Pamplona debiera pensar en rectificar ese desprecio colectivo a los pamploneses y pamplonesas que no piensan como él. Entre otras cosas porque, como bien explicó el pasado jueves Jorge Nagore en su columna de DIARIO DE NOTICIAS, los anormales para Maya son la inmensa mayoría de sus conciudadanos. El 71,3% de la población de Iruña, 7 de cada 10 personas. Piénselo alcalde.