Quizá tengan razón los analistas que consideran abierto un abismo entre los políticos y los ciudadanos, cuya única aportación democrática se quiere limitar al voto depositado en la urna cada cuatro años. Un creciente proceso de despolitización al que las elecciones pusieron freno en Navarra, con una participación superior al 72% del censo. El resultado fue lo suficientemente claro en favor de una mayoría progresista y plural en el reflejo de la voluntad democrática de los navarros y navarras. Pero la bunkerización del viejo modelo de partidos y la defensa numantina de los intereses particulares de los poderes fácticos conservadores de siempre en Madrid y en Navarra tratan con manipulación, agitación y confrontación de bloquear el traslado a las instituciones de ese resultado en las urnas. Posiblemente, el desencanto se adueñe de nuevo, como ya ocurriera en 1996, en 2007 o en 2014, de una buena parte de los ciudadanos que acudieron a las urnas. Un desencanto que no afecta electoralmente a UPN, que tiene un suelo y un techo electorales muy similares, pero que incide claramente en el resultado de los movimientos progresistas, vasquistas y de izquierdas. Especialmente, en los electores que han vuelto esta vez a depositar su confianza en el PSN. Porque reducir el resultado democrático de unas elecciones a un juego de cambalaches oportunistas con intereses ajenos a Navarra se deriva de permanecer anclado en la vieja idea de la política entendida como trilerismo para sacar el mejor partido de la fuerza recibida en votos. El problema es cómo trasladar luego a los votantes las decisiones tomadas con un mínimo de credibilidad democrática y ética política, cuando esas decisiones contradicen lo planteado antes. Y el problema se agrava cuando ese ciudadano que aportó su voto democrático, sin más intenciones que apoyar una opción política y defender unas convicciones ideológicas, no entiende que por una necesidad coyuntural hayan desvirtuado el sentido de su voto. Ese camino carece de recorrido político, no responde a la voluntad democrática de los ciudadanos -ni siquiera a la del espacio socialista- y tiene al parecer como único destino final una nueva falseada victoria de la derecha a pesar de que simplemente logró mantener su posición de minoría más votada- sus 20 votos quedan muy lejos de los 26 necesarios para gobernar- tras forzar un frente conjunto, eliminar las siglas históricas de UPN y abrir paso a las instituciones al PP y Ciudadanos, partidos que por sí solos difícilmente hubieran logrado representación en el Parlamento y en la mayoría de los ayuntamientos navarros. Terrible de nuevo.