La elección de las alcaldías en varios ayuntamientos de Navarra el pasado sábado dejó en evidencia altas dosis de desconfianza. Y ese estado político de desconfianza no es un buen estado anímico para impulsar proceso de diálogo que concluya en acuerdos. Es cierto que esa desconfianza llegaba de partida tras una Legislatura en que los partidos que han sostenido el Gobierno de Barkos, especialmente EH Bildu, pero también I-E y Podemos, han ninguneado las posiciones del PSN, y en la que, a su vez, los socialistas han compartido buena parte del discurso de confrontación más duro de UPN y PP contra diferentes políticas de ese Gobierno. Quizá, al margen de otras lecturas políticas ya hechas, esa sea la imagen más real del momento actual en la política navarra, la desconfianza entre quienes tienen que entablar un proceso de negociación para conformar el nuevo Gobierno de Navarra. Mañana se elige la Mesa del Parlamento de Navarra. Será otro episodio clave. Vetar el diálogo político entre partidos es un absurdo y un sin sentido político. E intentar excluir a EH Bildu de la composición de esa Mesa de la Cámara un paso hacia ninguna parte para el PSN en su intento de abordar la investidura de María Chivite como nueva presidenta de Navarra. El diálogo es la primera clave de un sistema democrático consolidado y no hay motivo alguno en esta Navarra de hoy para imponer exclusiones. Menos aún si ello conlleva forzar a otros partidos a que apoyen esa exclusión. No va a ocurrir en el caso de Geroa Bai, ni de I-E ni de Podemos. Objetivamente, la elección normalizada de la Mesa en función de las posibles alianzas a futuro no implica renuncia de ningún partido a sus posiciones. Ni siquiera para el PSN. Si se actúa con la mínima normalidad exigible a un sistema parlamentario, no debiera ser un nuevo elemento que ahonde en la desconfianza mutua. Al contrario, debiera ser un paso para comenzar a tejer confianzas. Otro paso hacia el desencuentro únicamente hará más difícil el diálogo pendiente para formar gobierno. Quizá irremediablemente. Y no hay ninguna razón para ello. Lo primero, construir espacios de encuentro. Los pactos y votos que garanticen la gobernabilidad no llueven del cielo sin negociar consensos de fondo.