Algo se está haciendo mal en esta sociedad cuando cada día saltan a la luz casos, como los que hemos conocido esta semana, ocurridos en campamentos infantiles de verano, con niños y niñas de necesidades especiales discriminados por el hecho de su diferencia. Preocupa y mucho si vamos hacia una sociedad deshumanizada donde las personas no son lo primero, donde todo se mide en números, en éxitos y fracasos. Donde solo los que consiguen seguir el ritmo de la mayoría tienen opción de mantenerse en la carrera. Si no se educa desde la diversidad y la aceptación, si no se trabaja por la integración desde el juego, difícil lograr una sociedad sin diferencias donde todos y todas tengan las mismas oportunidades. Que una niña de once años se vea apartada del campamento de verano en inglés al que ha llegado con toda su ilusión por el hecho de que tarda un poco en procesar la información que recibe no es concebible hoy en día. Leyendo y escuchando a todas las partes no sé que me parece más triste y preocupante, si las niñas que no querían compartir habitación con ella, las madres que en lugar de exigirles a sus hijas otro comportamiento piden a la organización que la saque de su cuarto o la de los responsables de la actividad, que en lugar de ponerse del lado del más débil, escuchan al que discrimina convirtiéndose ellos en los marginadores.