Los síntomas y el contexto no son tan escalofriantes y dramáticos como ese suceso registrado en Alicante en el que una persona llama al 112 y balbucea algo así como “aquí hay tres muertos y no sé si he sido yo...”. Esa amnesia, real o fingida, la sufren estos días quienes se sumergen tan de cuerpo entero en las fiestas que, reconfortados tras un sueño, no saben explicar el origen ni de las marcas que tienen en su cuerpo, ni de dónde han salido collares, chapas y pulseras, menos aún con quienes estuvieron ni qué hablaron o dijeron en esas conversaciones de mitad de calle o barra de bar, lugares en los que es casi imposible escuchar al interlocutor pero se habla y se habla. Pero el salto en el vacío llega cuando se amanece en cama ajena y en compañía. No exagero; conozco algún caso de desaparecido en plena marea festiva que despertó horas después con un desorientado “¿que hago aquí?” y hasta que armó el rompecabezas y puso rostro al otro lado de la cama no encontró sosiego. La amnesia tiene que ver con el consumo, claro, pero también con esa avalancha de multitud de hechos encadenados que ocurren estos días en las calles de Pamplona y que terminan por ser difíciles de clasificar y de ordenar en la mente. Que hasta hacen complicado discernir si hoy es día 8 o 12. ¿Es 8, no..?