Solo nos han faltado elecciones en San Fermín, ir a votar de blanco y rojo y renunciar al encierro y a la juerga por estar en una mesa electoral. Hubiera sido toda una experiencia. Todavía tendremos que estar agradecidas/os a los partidos porque nos han dejado disfrutar de la fiesta, de la de verdad eso sí, ya que la llamada fiesta de la democracia de hace unos meses no está para celebrar nada, viendo como van las no negociaciones entre los partidos estatales llamados a conformar un Gobierno de progreso, de coalición, cooperación, de cuotas o de acuerdos. En Navarra, al menos, han tenido la deferencia de cerrar antes del Chupinazo un programa de gobierno a cuatro y han dejado para después del Pobre de Mí el seguir negociando cómo puede ser ese Gobierno, en el que, curiosamente, el determinante para que salga es el quinto partido con el que de momento los socialistas no hablan. En Madrid, tras la reunión mantenida ayer entre Sánchez e Iglesias parece que la sesión de investidura de este mes será fallida y que lo que dan por seguro es que tendremos que volver a votar. Que votaremos sí, quizás de nuevo en Navidad, que saldrán resultados sin mayorías claras que les llevarán otra vez a tener que negociar, que lo intentarán de puertas adentro, que fracasarán de puertas afuera y que así una y otra vez. ¿Hasta cuándo?