de diputado en el Congreso se vive bien. El cargo garantiza un sueldo mínimo de 4.893 euros al mes, que se eleva a 6.400 si se preside alguna comisión, a 7.531 si se ejerce de portavoz y supera los 14.000 quien alcanza la presidencia. No está nada mal la retribución por un trabajo llevadero y que, pese a la desafección que sufre la política, incluso goza de cierto prestigio social. Además, exceptuando los que manejan el cotarro de los principales grupos parlamentarios, el resto de sus señorías tiene al año más días libres que ocupados, y la mayoría de ellos tampoco asumen grandes cargas de responsabilidad porque están obligados a seguir las directrices que les llegan desde arriba. Son todas ellas razones de peso para pensar que muchos de los 155 que votaron en contra de la investidura de Sánchez en el fondo se cruzan los dedos no solo para que arranque la legislatura, sino para que dure los cuatro años. Y por ahí ya hay un punto de arranque para que durante el verano se pueda tejer un acuerdo. No es fácil llegar a ser diputado como para tirar por la borda semejante currelo. Por no hablar del Senado, cuyos representantes, con salarios similares, llevan de vacaciones pagadas desde que fueron elegidos a finales de abril.