Con la toma de posesión del nuevo Gobierno de Navarra finaliza la investidura tras el 26-M. Queda como resultado una fórmula de gobierno plural y de valores progresistas con el objetivo prioritario de consolidar y seguir desarrollando los avances sociales, políticos y económicos de los últimos cuatro años. Una fórmula de colaboración con PSN y Geroa Bai como actores principales -Chivite y Barkos han sido las artífices del acuerdo- que se asemeja mucho a la experiencia que llevan años compartiendo PNV y PSE en la CAV. Y que cuenta también con el apoyo de Podemos e I-E y necesitará de la colaboración institucional de más agentes políticos. Tal y como está el escenario político y mediático actual parece más viable la búsqueda de acuerdos con EH Bildu que con Navarra Suma, la coalición derechista que ha situado su discurso en el monte de la extravagancia y la intransigencia. Esparza sabrá, pero eso es lo que hay a día de hoy. Porque si además de esa capacidad de acuerdo y de diálogo como instrumentos políticos, algo ha dejado en el imaginario colectivo de los navarros y navarras esta investidura es la prueba evidente de la degradación del debate público. El abandono de los objetivos comunes, del interés general como objetivos básicos de la acción política y su intercambio por una estrategia política en el que el individualismo y el partidismo hacen alarde de sus máximas miserias políticas. Si ya durante los cuatro años de Barkos en el Gobierno, las políticas del cambio en Navarra han estado sometidas, tanto en su persona como en su acción institucional, a un acoso permanente de mentiras, falsedades, insultos y agitación mediática, los discursos tóxicos de estos dos últimos meses de los principales líderes de Navarra Suma, al compás del acompañamiento mediático y político de las derechas en Madrid y en Navarra, han alcanzado límites tan desmedidos como impropios e inaceptables en un sistema democrático avanzado. Sé que les da igual mentir, insultar, señalar, acusar en falso y lo que sea. Su batalla es otra, el poder por el poder. Y de paso ocultar sus miserias y corrupciones. No es el bien común. El veto antidemocrático a EH Bildu es otro ejemplo. Navarra ha sido una vez más un objeto político que vapulear. Esta vez, como hace cuatro años, sin éxito, pero las altas cotas de miseria política alcanzada en estos dos meses forman ya parte la hemeroteca y de la historia de Navarra. Y sus lamentables protagonistas, también.