comienza el tiempo de la toma de decisiones. Será complejo, pero es posible si se echa mano del diálogo real y la búsqueda honesta de acuerdos que permitan políticas en favor de los intereses generales de Navarra. Ése es el reto ahora de Chivite, de sus consejeros y de los cuatro partidos que sostienen este Gobierno con 23 escaños en la Cámara. En todo caso, una labor política en positivo siempre tiene mucho más que ofrecer a la sociedad que una oposición en negativo anclada en el no permanente, que es lo que parece que ha decidido ya Esparza para Navarra Suma. Una pataleta absurda que parece tener que ver más con evitar cualquier ejercicio de autocrítica o bloquear toda crítica interna tras el fracaso de Navarra Suma como apuesta común de las derechas. Esparza ocultó las siglas de UPN y apostó por una coalición extremista con PP y Ciudadanos -y el objetivo indisimulado de sumar los votos de la ultraderecha- en un movimiento táctico para superar con el mejor resultado posible para él las elecciones. Pero ni siquiera la táctica tuvo el objetivo esperado. Fue lista más votada, nada nuevo, y sumó 20 escaños, pero UPN logró en ese amalgama de siglas los mismos 15 escaños que tuvo en 2015. Fueron PP, con dos parlamentarios, y Ciudadanos, con tres -difícilmente hubieran logrado en solitario ese números-, los grandes beneficiados de la operación de Esparza, que además en poco tiempo acabarán siendo sus principales adversarios. Y aún a peor, ese movimiento táctico cortoplacista lastra ahora cualquier opción estratégica alternativa de UPN en el panorama político actual de Navarra. Si Esparza ya deambuló durante sus cuatro años de dura e impresentable oposición a Barkos al rebufo de los discursos cada vez más radicalizados de Casado, Beltrán o Rivera, sus salidas de tono, insultos y mentiras tras las elecciones le han situado de pleno en ese discurso diseñado en Madrid contra Sánchez que ha utilizado a Navarra como un objeto instrumental en la batalla política y mediática española. Ahora, fracasado su intento desesperado de impedir el acuerdo de centralidad entre Chivite y Barkos, sólo queda como herencia una UPN desaparecida, fuera del juego político y sometida del todo al PP y de Ciudadanos. Mal bagaje. Su apuesta por mantener a UPN en una oposición frontal es además inútil, si no cuenta con la complicidad de EH Bildu en ese no permanente. EH Bildu lleva años, al menos desde 2009, anteponiendo una visión estratégica de su política en Navarra a los movimientos tactistas, y a la vista del resultado electoral -50.000 votos y el mayor número de concejales y alcaldes-, ese camino le ha dado réditos y situado como elemento activo en la política foral. No veo a esta EH Bildu regresando a los viejos tiempos tactistas del no por el no, aquel tensionador cuanto peor, mejor, que le propone ahora con la boca pequeña Esparza. EH Bildu se situará en la oposición, pero buscando más la influencia de sus votos ante la minoría parlamentaria de este Gobierno que haciendo una pinza destructiva con Navarra Suma. En ese panorama, la estrategia de Esparza de votar no a todo tiene más que ver con los intereses de sus socios en Madrid que con los intereses reales de los navarros y navarras. No sólo Esparza, también UPN como formación política, debieran dedicar un tiempo a la reflexión sobre su futuro en la política navarra en el rincón de pensar.