Sé que todo lo que oigo y leo a políticos, periodistas, tertulianos y enterados varios en Madrid apunta a una repetición de las elecciones en noviembre. También veo que la táctica del PSOE maneja un control de los tiempos cuyo destino final parece ser agotar el plazo para la investidura sin investidura. Posiblemente me equivoque, pero sigo pensando que no será esa la conclusión final de este absurdo periodo político que ha seguido a las elecciones del 28 de abril. En realidad, el caos en la política española está instalado desde 2015, si no antes. Pienso que no habrá elecciones y que Sánchez será finalmente presidente. Y lo creo por tres razones. Nadie que se presenta a unas elecciones para ganar y presidir un Gobierno va a renunciar a esa posibilidad teniéndola a su alcance. Sería un fracaso estrepitoso. Y ese es el segundo argumento. Ese fracaso sería un lastre muy pesado para Sánchez a la hora de competir en una nueva campaña electoral. Más allá de quien gane el relato de las culpas entre el PSOE y Unidas Podemos, el desgaste personal recaerá en gran parte sobre el propio Sánchez, que es quien ha fracasado en su responsabilidad política de formar Gobierno tras el resultado de las urnas. Aunque la razón de fondo, no admitida públicamente, sea la negativa de Sánchez a asumir en exclusiva la incapacidad del Estado para solucionar la situación de Catalunya. De hecho, esa perdida de imagen y de credibilidad es ya una realidad, que se acrecienta cada vez que habla en su nombre para intentar perpetrar alguna explicación de la inacción política la portavoz Carmen Calvo. Y en tercer lugar, porque el resultado de unas nuevas elecciones es confuso. Las urnas también las carga el diablo. Quizá el resultado no sea el esperado y pueda ganar el frente de derechas o incluso aunque ganase de nuevo Sánchez aún mejorando algo sus 123 escaños, su situación política no mejoraría sustancialmente. Sobre todo si, como parece, las derechas conforman un frente en el Estado copiando la fórmula Navarra Suma -que aquí, por cierto, se ha saldado con un evidente fracaso en su objetivo político prioritario de recuperar el Gobierno-, al menos para el Senado. Le garantizaría la mayoría absoluta en la Cámara Alta y haría aún más inestable que ahora un hipotético Gobierno de Sánchez. Nadie se juega una presidencia ya ganada a cara o cruz con una convocatoria electoral. Y creo que Sánchez será presidente con una fórmula de Gobierno en su composición similar a la que planteó Uxue Barkos en Navarra en 2015.