Tengo una columna escrita de ayer sobre el postureo patético en Madrid. Con Rivera como ejemplar mayor de la nada en la que ha caído la política de Madrid. No sé como Felipe VI aguantó el teatro del absurdo en el que le metieron de convidado de piedra para acabar haciendo mutis por el foro sin echar a correr antes. Supongo que va en el cargo o en el sueldo. Pero a última hora he pensado que hay cosas quizá más importantes. No es la primera vez que lo hago con esta columna. En todo caso, saldrá publicada un día de estos. Se trata de otra tropelía habitual, pero es de un fondo más humano. El bombardeo con drones a una de las estaciones petroleras más importantes de Arabia Saudí ha afectado a la producción y como consecuencia ha vuelto a situar al alza el precio del barril de Brent. Un acto más de la guerra inhumana que la dictadura saudita mantiene contra Yemen y que ha costado la vida ya a decenas de miles de civiles inocentes en bombardeos indiscriminados contra hospitales, escuelas, mercados o poblaciones. Sus consecuencias llegan a Occidente en forma de subida del precio de las gasolinas, pese a que hay reservas suficientes en los países productores. Ayer había subido un 5% al menos en la zona de Pamplona y de eso se hablaba. No de los muertos en la guerra. Igual hoy ya ha bajado porque eso depende de los intereses de la geopolítica que manda en este mundo. Lo mismo hacen que suba o que baje. También en caídas en las Bolsas internacionales. Es un clásico cuando suenan los tambores de guerra. No es casualidad que Oriente Medio sea el tablero de los juegos de guerra permanente mientras el petróleo siga siendo una de las unidades de medida del negocio internacional. Guerra y capitalismo especulativo siempre van de la mano. Se retroalimentan a costa de la vida de personas inocentes. Decenas de miles asesinadas impunemente y ante una cada vez mayor pasividad social, que las mantiene escondidas en el rincón del olvido una vez desaparecen de los medios de comunicación. La cruel guerra de Yemen vuelve por la subida de la gasolina. Es triste, pero al menos nos enteramos de aquello que no queremos enterarnos.