a este paso, cuatro comicios generales en cuatro años, a los miembros de las mesas electorales se les podría contratar como fijos discontinuos. O a Montoro como ministro permanente, total con el Presupuesto para superar la pasada recesión se va a encarar la nueva crisis. Ironías aparte, asistimos a una deslegitimación institucional devastadora para la democracia, pues tanto da que haya Gobierno constituido como que no. En esta deriva demencial tiene particular responsabilidad el conjunto de la izquierda, inmersa en una lucha cainita entre egos superlativos de consecuencias imprevisibles. En el sentido de que el reparto de culpas queda tan abierto como que Unidas Podemos rechazó una vicepresidencia y tres ministerios, sí, pero a la vez tragó con el veto a Iglesias de un PSOE instalado hace demasiado en la pantalla elecciones. El ensimismamiento de las izquierdas brinda a las derechas la ocasión de rehacerse y desincentiva a buena parte del atónito electorado progresista. Por eso se entiende regular la apelación de Sánchez al votante descontento de Ciudadanos, como si entre las huestes filosocialistas no hubiera enojo por la nueva llamada a las urnas e inquietud ante los flirteos con el demagogo oportunista Rivera. El otrora alero Sánchez tuvo dos tiros libres para ganar y forzó la prórroga. Hay partido.