El aval del Tribunal Supremo a la exhumación de los restos del genocida Franco del mausoleo en su memoria del Valle de Los Caídos -ya el nombre es una impostura- y su traslado al cementerio de Mingorrubio y no la catedral de la Almudena como exigen sus familiares cierra una polémica que lastraba a la democracia española desde hace 44 años y pone fin a la anomalía democrática de ser el único Estado europeo con un monumento de reconocimiento a un dictador y a una dictadura cruel y violenta. Como lo había sido meses antes la exhumación de los restos de Sanjurjo y Mola en Iruña. Pero ni un hecho ni otro cierran ninguna etapa histórica. Es sólo un paso más en la recuperación de la memoria, el reconocimiento y la justicia de las decenas de miles de víctimas que dejaron Franco y el franquismo tras 40 años de poder, represión y vulneración de los derechos humanos. Sigue habiendo miles de personas desaparecidas en cunetas y fosas, sigue habiendo monumentos y simbología de exaltación al genocidio franquista y sigue habiendo un enorme velo de silencio y secretismo sobre el expolio de tierras, empresas y recursos que sufrieron miles de familias represaliadas. Las consecuencias de aquel expolio constituyeron la base de un modelo económico, financiero y empresarial en manos de unas pocas familias que aún sigue vigente. Todo ello lastra aún hoy, casi 45 años después, la consolidación real de una democracia avanzada en el conjunto del Estado español. Basta escuchar las reacciones, una vez más, de PP y Ciudadanos -la misma posición que ha mantenido históricamente UPN en Navarra-, o las opiniones en las altas jerarquías católicas y muchos altos mandos militares o las actuaciones obstruccionistas de determinados jueces. Son los barros heredados de aquella transición que vendieron como modélica, pero que el paso del tiempo ha demostrado que arrastró consigo la responsabilidad de asumir con normalidad las estructuras de poder franquista en las estructuras del nuevo Estado. Otra anomalía histórica todavía sin resolver que aún pagan las nuevas generaciones. Afortunadamente, Navarra lleva años liderando en el Estado la recuperación de una sincera y verdadera Memoria Histórica de lo que fue la dictadura franquista, sin versiones edulcoradas ni revisionismos históricos blanqueadores.