La actualidad informativa es siempre un buen espejo en el que visualizar el presente. La negativa del prior del Valle de Los Caídos a permitir la exhumación de los restos del genocida Franco desobedeciendo al papa Francisco y al Supremo puede dar lugar a muchas chanzas a costa de un personaje estrafalario de ideología ultra. Pero no deja de recordarnos la presencia permanente de un espacio nostálgico de la dictadura que ha sobrevivido encajado en las más altas instancias de los poderes políticos, judiciales, empresariales y financieros y que ocupa aún un amplio lugar en las principales instituciones. De hecho, ni los gobiernos del PP ni del PSOE se han atrevido a poner fin a la larga lista de títulos honoríficos y nobiliarios que repartió Franco entre sus familiares y leales. Se incumple la Ley de Memoria Histórica, pero no ocurre nada. El ir y venir político, judicial y eclesiástico con los restos agusanados de Franco es una metáfora penosa del bajo nivel de la democracia española 44 años después de su muerte en una cama. Si a la aparición estelar de este prior a última hora le añadimos el desfile semanal de corrupción y cloacas, la imagen no puede ser más desoladora una vez más. Cospedal atrapada de la mano de su policía de confianza en el montaje policial y político del falso informe Pisa contra Podemos. Cifuentes en el banquillo por la corrupción del PP en Madrid se estrena apuntando directamente también a Casado. Y Villarejo, tras destapar el escándalo del BBVA, señala ahora a Iberdrola, implicada en un caso de espionaje a otros empresarios, jueces y movimientos sociales. La mierda siempre sale a flote, escribía un viejo periodista navarro hace ya unos cuantos años, cuando se publicaban las primeras informaciones sobre las ramas de la corrupción del socialismo felipista en Navarra. Es verdad, antes o después siempre sale a flote. El problema es que la porquería es ya tanta que su expansión está erosionando permanentemente los ya débiles pilares del este sistema democrático. Es cierto que Berlanga se ha perdido la posibilidad de continuar con sus grandes películas, pero también -y es más realista y grave que la chanza crítica- lo que la imagen que refleja el espejo de la crisis del Estado hoy es para echar a correr.