la derecha se ha echado al monte. El espectáculo tumultuoso y chusco que ha ofrecido estos dos días de debate de investidura nos da una idea de por donde va a transcurrir una legislatura marca por la inestabilidad dados los contados y complicados aliados -vía apoyo o vía abstención- con los que contará el gobierno de progreso de Sánchez que echa a andar el martes. Si se cumple el guión, ya que la sombra de un tamayazo planea sobre la votación y las presiones públicas y privadas que están recibiendo los diputados de Teruel Existe o Nueva Canarias pueden descoyuntar el pacto de izquierdas. Casado ha decidido renunciar al centro, si es que alguna vez estuvo instalado allí. No tanto como espacio político, que tengo dudas de que exista, sino como actitud política. Su duro y tormentoso discurso nace del empuje de la formación de Abascal. Tildar al PP de "derechita cobarde" ha acabado por hacer mella en Casado, que se ha escorado aún más a la vera de Vox. Tanto que en algunos episodios cuesta diferenciarlos. Sobre todo cuando llegan a cuestionar la legitimidad del gobierno entrante e incluso amenazan con bloquearlo a base de recursos a los tribunales. Muy propio y último recurso cuando no logra mayorías para gobernar. Esta deriva servirá de pegamento para el pacto de izquierdas pero judicializará y hará más tormentosa la política.