No sé qué deparará el juicio por el caso Vizcay. No soy muy optimista sobre el alcance de las pruebas que puedan sostener la larga lista de acusaciones de amaños y primas que desveló el exgerente del club en una extraña y sospechosa confesión ante la Liga de Fútbol Profesional de Tebas. Tampoco sobre el destino de los aproximadamente 2,4 millones de euros que, según las auditorías, salieron de las arcas de Osasuna hacia destinos inciertos, cuando no oscuros. Pero esta primera semana del juicio ha dejado claro que Osasuna tuvo una gestión durante años en la que el control, la transparencia de las directivas, la rendición de cuentas a los compromisarios, el respeto al socio y el cumplimiento de sus obligaciones con terceros, incluida la Hacienda Foral -a la que es cierto que Archanco dio solución como prioridad-, brillaron por su ausencia. La porquería normal al parecer del fútbol de elite. Y de todo ello, el propio Vizcay fue uno de los máximos responsables, si no el que más. Todo el mundo que haya conocido en esa época los entresijos institucionales de Osasuna sabe del papel de Vizcay, que hacía y deshacía a su antojo. Aunque ahora él, en su estrategia de defensa, haya reducido su papel al de un hombre que bajaba a las oficinas de Osasuna a pasar la mañana, charlar con trabajadores y directivos y llevar unos cafés de aquí para allá. Afortunadamente, aquellos hechos han permitido cambiar la situación institucional del club, se ha superado la grave crisis económica y financiera en la que esa gestión desastrosa hundió a Osasuna, se están solventando poco a poco las deudas -eso sí, a costa de la pérdida de parte de su patrimonio histórico-, se han dejado en segundo plano los intentos de mangonear políticamente la institución de épocas ya pasadas y se ha recuperado una posición deportiva de prestigio. Un proceso de transformación en el que además la unión entre club y afición ha alcanzado quizá el mejor momento histórico de los últimos años. Sigo pensando que al puzle de este caso judicial le sigue faltando la pieza clave: la razón por la que Vizcay largó a Tebas toda una confesión que le implicaba a él mismo en graves delitos y pudo llevar a Osasuna a su desaparición. No creo en casualidades ni menos aún en que Vizcay se cayera del caballo como dicen que le ocurrió a San Pablo y viera la luz del arrepentimiento. Y en esa clave está el origen de todo.