eso es lo que deben de pensar cada día las personas diagnosticadas de cáncer: que amanece otro día. Otro día para seguir luchando, para agarrarse a la vida, para relativizar lo importante de lo menos importante, para aprender a vivir de otra manera. Para no perder el optimismo. Los avances en la medicina y los tratamientos amplían poco a poco las tasas de supervivencia a los cinco años de detectarse la enfermedad. En algunos casos, como los tumores de mama, los progresos, gracias en gran medida a las campañas de prevención, son cada vez más esperanzadores. Pero ese tránsito tiene momentos duros. No me quito de la cabeza la mirada, entre confundida y derrumbada, de una persona cercana cuando le comunicaron el diagnóstico. No todo el mundo tiene la misma entereza en una situación similar y siempre he pensado que no debería haber un protocolo común en esos casos, ya que para algunos enfermos escuchar la palabra cáncer supone un golpe anímico irrecuperable. Y sé de lo que hablo. Luego, de cara al exterior, ocultarlo, aunque sea nominalmente (el gusano, el bicho?), sigue siendo una práctica común; aunque, por otro lado, cada vez son más los personajes socialmente relevantes que exponen con claridad lo que les pasa. De ahí la recomendación en este Día Mundial: llamar cáncer al cáncer. Compartir para aligerar el peso del sufrimiento. Y seguir caminando.